Se está haciendo cada vez más difícil ser de la CUP. Según se va sabiendo, para formar parte de ese partido es obligatorio contar con un patrimonio familiar a la altura de los avales que se requieren para optar a la presidencia del Barça.
Me refiero, naturalmente, a ser uno de sus dirigentes, puesto que para votarles e ir a sus asambleas vale cualquiera, es decir, cualquiera que se crea lo de que la CUP es izquierda revolucionaria y anticapitalista.
Para tragarse su discurso y para votarlos sirve cualquier pelagatos, ahí no hay clases sociales que valgan, otra cosa es optar a ser una de sus caras visibles, para eso es imprescindible ser un ricacho, cosa que no está al alcance de cualquiera.
Lo mejor es venir de buena familia, de esta forma uno es rico sin haber tenido que trabajar, detalle este que se valora en gran manera en el seno de esta organización política. ¿Acaso hay mejor muestra de anticapitalismo que el no pegar jamás palo al agua?
Este mismo periódico, Crónica Global, acaba de revelar que Eulàlia Reguant, quien fuera diputada y dirigente de la CUP, forma parte de una familia rica en propiedades inmobiliarias, lo que se conocería como terratenientes si dichas propiedades estuvieran en suelo rural y no urbano.
En 13 millones se calcula la fortuna familiar de la terrateniente anticapitalista. Ya con anterioridad se supo de otros cuadros de la CUP que poseen un patrimonio tan anticapitalista como el de la Reguant, tal vez una manera de derribar el capitalismo sea que unos pocos amasen cuantos más millones mejor, de manera que el sistema caiga por su propio peso.
En ello están los de la CUP, dispuestos a sacrificarse para acabar con el malvado sistema capitalista, mediante el método de hacerse millonarios a su pesar.
Para militar en la CUP, debe uno dirigirse a una oficina del partido --se supone que deben estar ubicadas en palacetes neogóticos, por lo menos-- con la declaración de la renta y una lista de las propiedades familiares con su correspondiente valor catastral, y solo después de que todo haya sido debidamente verificado y se haya comprobado que su valor excede los cinco millones de euros, le expiden a uno el carnet de militante.
Si dicho valor supera los diez millones, el candidato pasa a ser directamente un dirigente anticapitalista, haciéndosele entrega de una camiseta raída, unas alpargatas y unos pantalones deshilachados, que es el uniforme oficial. Ello sin perjuicio de que en las horas libres pueda continuar vistiendo de Armani, así como pasar temporadas en sus propiedades de la Cerdaña o la Costa Brava.
Antes, en Cataluña, los hijos de buena familia se hacían de Convergència, ahora se apuntan a la CUP, lo que sea con tal de tener siempre el dinero a buen recaudo.
Para que se fíen ustedes de las apariencias de la gente. Uno ve a Eulàlia Reguant, con su mirada extraviada, sus gafas del revés y su aspecto de actriz de reparto en Alguien voló sobre el nido del cuco, y más que millonaria, se la imagina en manos de los servicios sociales, recibiendo visitas familiares una vez al mes.
En lugar de eso, se trata de una pubilla a la que no le deben de faltar pretendientes, puesto que, bien mirado, 13 millones bien merecen sacrificios.
De buena fe como soy, estoy convencido de que la Reguant no engaña a nadie cuando asegura que cree en la revolución y en la redistribución de la riqueza. Está siendo totalmente sincera, lo que ocurre es que se refiere a la riqueza de los demás, no a la de su familia, esa que no la toque nadie.
Trece millones de euros de patrimonio familiar es lo mínimo que se le puede exigir a una revolucionaria de la CUP, por menos de eso no vale la pena ni moverse de sofá, mucho menos hacer la revolución.