No es que el corazón pueda más que la memoria. Es que la memoria dicta la razón. El president Salvador Illa ha encontrado en China un banderín de enganche destinado a mejorar el abismal déficit comercial catalán respecto a la superpotencia asiática: exportamos a China 1.800 millones de euros frente a unas importaciones de 15.000 millones.
En su actual periplo asiático, el president busca la llave que le permita alcanzar relaciones más equilibradas en términos de intercambio. Compramos los artículos chinos a mansalva y a bajos precios gracias al dumping de un país sin derechos sociales a fuer de comunista.
Sin olvidar que la entrega a domicilio de Temu te trae a la puerta de casa las camisas de lino, los tejanos dulces y los zapatos de arpilla que los arquitectos de antes compraban en Carnaby Street. La infame excentricidad simulada de los nuevos dandis va a precio de mercadillo. Mientras van cerrando tiendas emblemáticas, como cierran Fures, Gonzalo Comella o Pantaleoni, los templos del mal gusto colonizan el Eixample.
Nuestro mundo ha encontrado un nuevo mundo: Putin, Trump, Netanyahu, la Europa débil y el superpoder económico de China que solo habla de negocios. Y no tendría sentido desentenderse de lo nuevo. La sociedad catalana anhela una presencia vinculada al resto del planeta como sugiere Història Mundial de Catalunya, el libro enciclopédico coordinado por Borja de Riquer que recuerda la Historia Mundial de Francia, de Patrick Boucheron, maestro de la revolución historiográfica de la Escuela de los Anales.
La aldea global de McLuhan no se mueve por afinidades sino por intereses. La multinacional de sanitarios Roca, la cerveza Damm o la resistente Ficosa, con instalaciones industriales en China, han recibido a Illa con los brazos abiertos.
Illa persigue la estrella de Oriente donde los profesores del IESE, Pedro Nueno y Alfred Pastor apuntalaron la China Europe International Business School (CEIBS), la escuela líder en dirección de empresas en la ciudad de Shanghái, donde se encuentra la principal bolsa de valores del país.
Quién iba a decir que nuestras mejores mentes económicas apostaran por el llamado modo de producción asiático. Pero la ocasión la pintan calva, cuando Trump destroza las relaciones comerciales del mundo entero.
Corea del Sur, con sus chaebols --Hyundai, Samsung o Kia-- quiso liderar los pactos con Occidente, pero Pekín ha puesto las cosas en su sitio, desdeñando su poder nuclear y situando en primer plano su fortaleza comercial.
En lo metafóricamente financiero, El viajante en Beijing (Pekín) de Arthur Miller ha dejado la capital para instalarse en Shanghái, cuya bolsa se ha convertido en el indicador de referencia en Asia, superando al Kabuto cho japonés de Tokio. El índice Nikei de Honda, Yamaha o Sony ya no compite en términos de igualdad con el Standard and Poor’s o el Dow Jones de Wall Street. Ahora lo hace Shanghái, donde estos días cotiza Salvador Illa.