A los pobres enanos les espera el mismo futuro que algunos les empiezan a buscar a las prostitutas: la prohibición de trabajar. Da igual que lo hagan voluntariamente y que reivindiquen su libertad para dedicarse profesionalmente a lo que les dé la gana, que siempre hay quien se lo quiere impedir “por su propio bien”. Desde que el mundo es mundo, los poderosos se dedican a decirles a los débiles lo que pueden y lo que no pueden hacer, y siempre es por su propio bien. Para esa buena gente que no tiene nada mejor que hacer que meterse en la vida de los demás, los enanos y las prostitutas son imbéciles que no saben lo que les conviene y han de ser tutelados. Para fortuna suya, aquí estamos los demás para dirigirles la vida.

Entre esta buena gente que no tiene nada mejor que hacer que tratar de imbéciles a los enanos y a las prostitutas, está la ministra de igualdad, doña Ana Redondo, quien, al enterarse de que para la fiesta de cumpleaños Lamine Yamal se habían contratado enanos, se apresuró a reñir en público al futbolista, diciéndole que “hay mejores formas de disfrutar de la celebración”. Teniendo en cuenta que doña Ana es ministra del PSOE, probablemente se estuviera refiriendo a cargar a unas cuantas señoritas en una furgoneta y llevarlas a un parador nacional, eso sí que es una forma sana de disfrutar. O a enchufar a amiguitas en altos puestos de dirección. O tal vez le estuviese aconsejando a Yamal que, para disfrutar de una celebración, no hay nada como cobrar comisiones a las empresas constructoras; eso sí que es diversión y no ofrecerles trabajo a unos enanos. En el PSOE saben mucho de diversión, así que, cuando dentro de un año vuelva a celebrar su cumpleaños, haría bien el futbolista de ponerse en manos de la ministra, que seguro que le va a aconsejar de qué manera divertirse. Lo que no sepa la ministra sobre diversiones, no lo sabe nadie.

La mejor manera de disfrutar, eso una ministra de PSOE lo sabe de primera mano, es con dinero ajeno. Cualquier actividad, lícita o ilícita, que uno lleve a cabo, multiplica por cinco su efecto gratificante si lo pagan los demás, y lo multiplica por diez si esos “demás” no se enteran de que lo están pagando. Lo que le quiso decir Ana Redondo a Lamine Yamal es que se ha de ser muy inocente para montar una fiesta con su propio dinero, aunque es comprensible, el pobre tiene 18 años recién cumplidos, ya irá aprendiendo. Hay mejores formas de disfrutar, Lamine, y la mejor de ellas es meterse en política.

En España, ofrecer trabajo a personas que tienen dificultades para encontrarlo está mal visto hasta por la ministra de Igualdad, que tome nota Lamine Yamal. Por supuesto, nadie se molestó en preguntar su opinión a los enanos que participaron en la fiesta, imagino que, como son enanos, sus opiniones son también de menor tamaño y a nadie importan, igual que no importan las opiniones de las prostitutas que pretenden seguir ejerciendo su profesión, en ese caso, por putas. Los propios enanos, sin embargo, sí que la dieron y, ante la polémica creada, emitieron un comunicado defendiendo su derecho al trabajo y recalcando que durante la fiesta fueron siempre tratados con todo respeto.

En un alarde de ironía fina, ignoro si voluntaria o involuntaria, terminaban el comunicado asegurando que tienen derecho a vivir su vida como consideren oportuno, “con respeto, convicción y la cabeza bien alta”. Bien alta dentro de lo que cabe, deberían haber añadido, aunque la verdad es que sí, que, paradójicamente, estas personas, enanas en estatura, pero gigantes en personalidad, van con la cabeza mucho más alta que todos estos que no les permitirían ganarse la vida, ministra incluida.