Recordemos –creo que vale la pena: el caso es significativo de la mentalidad supremacista y señoritinga de nuestros nacionalistas– el asunto que contaba Miriam de Saint-Germain el otro día en Crónica Global:
Ferran P. i A., capo de Junts y presidente de la Comisión de Jóvenes del Colegio de Economistas de Cataluña, tuvo la otra noche en la carretera C-31 un percance automovilístico, por suerte para él sin mayores consecuencias. Ni muertos, ni heridos, nada grave: abolló el coche.
P. i A. telefoneó a los Mossos para que enviasen una patrulla a hacer un atestado. Como el percance era leve y nadie salió dañado, la mossa que le atendió telefónicamente le dijo que para un incidente tan insignificante no podía enviar una patrulla, ya que estas están contadas y deben atender casos más graves, casos con muertos o heridos, las tragedias que se producen cada noche en la ciudad y que sí que merecen que lleguen enseguida las luces giróvagas azules.
Insistió P. i A., insistió e insistió, hasta que la mossa, harta de darle explicaciones –cuando tenía cosas que atender más graves y urgentes que el capricho de un señorito convergente– le colgó el teléfono.
En venganza, el accidentado P. (i A.) lanzó una campaña en X –donde se llena la boca hablando de Cataluña, el Barça, las sardanas y los castells– culpando a la mossa de… haberse negado a atenderle en catalán, como era su obligación, según la normativa vigente.
La jauría anónima de patriotas linchadores se puso a ladrar, como era previsible, y hubo la correspondiente reclamación de Junts en el Parlament.
Ahora bien, resulta que estas conversaciones telefónicas quedan grabadas, y los audios de la policía catalana demuestran fehacientemente que la mossa había atendido a P. i A. en catalán.
O sea, que este miente como un bellaco, y que fue su frustración por no ser satisfecho en sus caprichitos de niño bien –el clásico tan español de “usted no sabe con quién está hablando”– lo que le hizo lanzar su campaña de odio contra la mossa telefonista.
Estos patriotas suelen tomarla con el personal de servicio: camareros sudacas o negros, telefonistas, el paki del supermercado, esa gente, en fin, que no entiende la palabra cloïsses: ¡terrible agravio contra la sacrosanta lengua de la terra, siempre en peligro, siempre agónica, siempre exigiendo que luchemos, todos, y continuamente, por su amenazada supervivencia!
Pero este caso en concreto –en el caso de la denuncia del presidente de la Comisión de Jóvenes del Colegio de Economistas (ya es ridículo, por cierto, que exista esa comisión) contra una telefonista de los Mossos– es más revelador, precisamente porque, encima, la acusación es falsa. La mossa había hecho los deberes y sabe decir cloïsses y también àdhuc.
Han pasado los días, y he estado esperando que la policía catalana denunciase a P. i A. por falsa acusación, pero esa denuncia no se ha producido.
Al habla con el mosso Alfons, que era mi vecino en Barcelona, en la calle Casanova, este me explica que el cuerpo no puede denunciar como delito un embuste en las redes sociales, por más que haga daño al objeto de la mentira. Que a estas cosas allí no le conceden importancia, las dejan pasar; entre otros motivos porque son tantas las cosas que se dicen contra ellos en las redes sociales que si tuvieran que denunciarlas todas no les quedaría tiempo para hacer su trabajo.
Bien, aceptémoslo, pero ¿tampoco tiene nada que decir la consellera cuando un personaje público como P. i A. (¡esto de las iniciales empieza a ser divertido!) calumnia a una de sus agentes? A la junta del Ateneu, donde el señor P. i A. figura, ¿le da igual que este haga circular embustes para dañar a una trabajadora? A sus compañeros del Colegio de Economistas, ¿les da igual una bajeza semejante?
Y si el embuste y la vil campaña contra una agente de la policía que solo cumplía con su deber les da igual, ¿no debería ser un motivo para que los patriotas de Junts se indignen y pidan responsabilidades a P. i A. por su aprovechamiento torticero y ruin de la sacrosanta causa de la lengua catalana para tomarse una venganza personal?