El Estado de las Autonomías es un modelo federal, imperfecto, claro. La descentralización del gasto público como se ve en Educación y Sanidad --la parte del león del dinero del Estado-- lo pone de manifiesto. La Hacienda pública paga los funcionarios de ambas competencias a través de dotaciones finalistas.

La financiación singular del PSC y Esquerra no toca este dato, de la misma manera que ocurre con el resto de nóminas de todos los funcionarios de la Generalitat y de los ayuntamientos, que seguirán igual. El Ejecutivo catalán puede mover su política de contratación de los funcionarios, puede modificar el derecho laboral dentro de autonomía, pero no impedir el cobro del salario de los que están dentro del marco público. Estamos hablando del gasto.

Vayamos al ingreso, es decir, a la Agencia Tributaria. Con la financiación singular, la Agencia Tributaria de Cataluña podría gestionar y recaudar los impuestos que pagan los catalanes. Sin embargo, esta gestión debería “hacerse en red” (dice el actual proyecto), contando con el concurso de la Agencia Estatal y también con las agencias tributarias que deseen sumarse a este modelo abierto para todas las CCAA.

Es decir, la financiación singular descentralizaría el ingreso en su totalidad, de manera gradual en los próximos ejercicios. ¿Quién decidirá la política tributaria? ¿Quién decidirá subir o bajar los impuestos directos, básicamente el IRPF? La respuesta cabe en un cesto compartido entre agencias que dependerá de las mayorías parlamentarias. 

En los cambios de cierta envergadura, como el modelo federal, el electorado puede castigar más a una oposición excesiva (PP, Vox y Podemos) que a su debilidad. La financiación singular responsabiliza al president de la Generalitat, Salvador Illa, un político de probaba meritocracia.

Negar sin matices el enfoque federal es una tormenta sintética en la que han caído sus opositores: el patibulario argumento de España se rompe. Y, por simple envidia, respecto a ERC, ha caído con ellos Junts, el partido minoritario que piensa siempre en términos de poder sin tener el poder.

Junts y Podemos reescriben un texto ya escrito por Pierre Menard, autor del Quijote, el libro de Borges en el que un oscuro escritor francés retoca a Cervantes. Junts y Podemos imaginan, pero no inventan. Viven en una constelación de intenciones. Son poetas sin obra.

Aceptamos la variedad de ideologías, pero su aceptación no nos exonera de combatir los discursos de odio o su consecuencia, los cazadores de inmigrantes en Torre Pacheco. No estamos inmersos en el Gran Reemplazo. La inmigración no es delincuencia. La inmigración es un derecho en un Estado de derecho. Del mismo modo que la federalización de España sigue el camino constitucional del 78.

Nos falta celebrar España, el Estado más antiguo de Europa; celebrar la cohesión de un espacio común con diversidad territorial. Pero en los acuerdos entre socialistas y soberanistas no todo es blanco o negro. Existe el gris como nos recuerda Bruselas en el Tribunal de Justicia de la UE (Luxemburgo), al cuestionar que la “amnistía responda al interés general”, en respuesta a las cuestiones prejudiciales de poca monta presentadas por el Tribunal de Cuentas y la Audiencia Nacional.