La realidad del comportamiento no es solo genética, sino también debida al entorno. De la misma forma, el rol o similitud de una especie en relación con un ecosistema no es solo parentesco evolutivo, sino, también, semejanza en cuanto a comportamientos.
En Memorias de un primate, Robert Sapolsky narra cómo los babuinos guardan más similitud con el ser humano en lo que se refiere a su rol con el ecosistema (nicho ecológico) y estructura social, que los chimpancés, bonobos o gorilas (todos ellos más emparentados con nosotros).
Su rica vida social, y lo que para el autor es más importante, su exposición al estrés (motivado por sus complejas tramas sociales) son motivos suficientes para hacer del Papio anubis nuestro “equivalente” más cercano como objeto científico de estudio.
El nombre de la especie se remite al hocico caniforme (cinocéfalo) de los miembros del género, en relación con la deidad chacal egipcia.
No deja de ser curioso que los propios egipcios, siglos antes de que Russell Wallace y Darwin idearan la teoría de la evolución, ya vieran en los babuinos lo más parecido a la conducta humana, sirviendo tales primates como representación del dios Thot (normalmente representado como un ibis sagrado), dios de la sabiduría, e incluso como oráculos (cabe destacar que los antiguos egipcios no solo conocieron a los babuinos oliva sino, sobre todo, a los impresionantes hamadríades propios del curso del Nilo y de Arabia).
En el fondo, los parecidos simiescos, en cuanto a comportamiento, también motivaron, en la antigua China, la leyenda del Rey Mono (el Sun Wukong, de Viaje al Oeste, que fue precedente de la saga Dragon Ball) o la deidad hindú de Hánuman, inspiradora del anterior.
Hay quien ha visto en el aseo social entre los primates (práctica habitual que cohesiona el grupo, reduce el estrés… y fragua alianzas) como uno de los precedentes sociales del propio lenguaje. Los babuinos (al igual que sus primos macacos), e incluso tal y como hacen los chimpancés (que tampoco “hablan”), se expurgan de parásitos de forma totalmente interesada.
El futuro de un líder babuino se basa, no solo en su propia fuerza, sino en el poder de su banda, así como en la lealtad de sus lacayos. La falta de poder de abstracción plena de los primates de diferentes especies a la nuestra es lo que diferencia, en cuanto a concepto, su política de la nuestra. La naturalización de todas las disciplinas no es que llegue a la política, sino que la política siempre ha tenido (como el Derecho) una honda huella biológica explicada por la etología.
Los mayores apoyos, ya desde el reino animal (y en pro de la perpetuación de los propios genes) acostumbran a encontrarse en la propia familia. Quizá el motivo de que según quién entre en nuestro cuarto de baño incomode más o menos (además de variar por los modales y usos higiénicos del usuario) no deje de ser una plasmación más del “efecto axila” del que habla Richard Dawkins.
Los parientes más cercanos comparten una suerte de “olores corporales” que evitan la endogamia (los animales “saben” que no deben aparearse con sus hermanos) y… fomenta determinados vínculos sociales, siendo el primordial precedente del tribalismo. La cohesión social en el ser humano comparte cimientos con el resto de animales, lo mismo que su política.
Animalizando el constitucionalismo (sin necesidad, esta vez, de encender la televisión y poner el Telediario), el mandato de los babuinos es imperativo. Si el “reinado” del líder (siempre macho en el caso de los babuinos, a diferencia de en otras sociedades complejas como en el caso de las hienas o las abejas) es más o menos caótico dependerá del grado de violencia, alianzas y circunstancias medioambientales, pero siempre se verán más beneficiados los individuos dominantes.
Por contra, y en lo que a los humanos se refiere, cuanto menos en teoría, la sociedad democrática promueve y exige el mandato representativo (el del común), no privilegiando a un sector (el de los propios votantes) frente al resto.
Como dice Javier Gomá, tenemos aversión a aceptar que, lejos de las conspiraciones, estamos gobernados por la chapuza (ahora y siempre). Frente al aparente caos de las continuas luchas entre babuinos (no se me va de la cabeza el antiguo foso del Zoo de Barcelona super poblado de ellos) vivimos en la aparente ilusión de que nuestro sistema social es un sumun de complejidad organizada, ajena a lo simiesco.
Sin ánimo de focalizar solo en la situación actual (pues es una constante en todo momento y con todos los partidos políticos), y aun sabiendo que los propios primates conocen la prostitución (o el intercambio de alimento por sexo no reproductivo), además de las alianzas por la fuerza, es honda e inherente la similitud de nuestros gobiernos (todos) con los babuinos.
El problema, cada vez más acuciante, ante el peligro de la arbitrariedad (siempre imperante) es la devaluación del sistema de “checks and balances” que debe ir unido a la separación de poderes, no sólo en España, sino en todo Occidente, presa del populismo y de la política del babuino.
El Ejecutivo prevalece sobre el Legislativo y perturba al Judicial (no digamos ya al sistema de control de constitucionalidad concentrada propio de la Europa continental, es decir, el “cuarto poder” o Tribunal Constitucional).
Con todo, y algo que me enfada en extremo de la política actual (y de todos los partidos) es precisamente lo “babuínico” de la política de partidos siguiendo al líder. “Todos a una” sin discrepancia y sin distinguir que donde ya hay Gobierno no deberían existir siglas ni actos de partido (Presidente y Ministros lo son de toda la Nación y no debieran identificarse, al menos formalmente, con ningún sector ni formación mientras dure su cometido, ni invertir tiempo en ello).
Distinguir “gobierno” de “partido” quizá ayudara también a reclutar perfiles más próximos a la excelencia profesional que al seguidismo. El mandato, se nos ha explicado en Derecho Constitucional a los juristas, es representativo y no imperativo… o ¿son cosas de los colmillos y chapuzas de la humana política de los babuinos? La ley de la gravedad es irrebatible, parece que algunas pautas simiescas en la política… también.