El Gobierno ha dado la puntilla a la OPA del BBVA sobre el Sabadell. Ahora Carlos Torres, presidente de la entidad vasca, puede hacer lo sensato: desistir de la OPA. Recuerden que una retirada a tiempo es una victoria. Las sinergias prometidas son ya una cosa tan etérea como inexistente.

Carlos Torres ha dicho ya que tiene la potestad legal de retirar la oferta si considera que estas condiciones acordadas por el Ejecutivo afectan a la rentabilidad de la operación. Sin despidos, sin cierre de 300 sucursales y sin fusión, aquellos 850 millones prometidos son un imposible. Despedir al consejo con Josep Oliu como presidente y César González-Bueno como consejero delegado es una mísera victoria. 

El Sabadell sigue en su trinchera y lanza su aviso. Si el BBVA sigue adelante, deberá analizar y proporcionar información sobre el impacto de las nuevas condiciones, tanto en las sinergias esperadas como en la capacidad para retribuir al accionista. O sea, Oliu y González-Bueno se han sentado a esperar. Se sienten fuertes. El mundo empresarial catalán capitaneado por Foment del Treball ha celebrado la verbena de Sant Joan unas horas más tarde.

En un comunicado, lanzó cohetes, bengalas, petardos para celebrar que los 70.000 millones en créditos que se podían esfumar se han quedado en manos de centenares de pymes. El júbilo es tal que la Casa Gran de los empresarios catalanes, como reza su página web, afirma que “con las condiciones que pone sobre la mesa el Gobierno, esta OPA hostil la podemos dar por amortizada, porque no interesa a los accionistas”.

Quizá es pronto para esta afirmación, pero ciertamente el Gobierno lo ha puesto difícil. En el Madrid DF pondrán, ya han puesto, el grito en el cielo y el PP, que en privado no veía clara la OPA, en público se vestirá con su habitual equipación antisanchista para arremeter contra el Gobierno por darle todo a los catalanes a precio de saldo.

Para alcanzar este objetivo no repararán en medios ni se fijarán que Meloni ha impuesto condiciones en Italia que van incluso más allá que el gobierno de Pedro Sánchez. De hecho, ni se acordarán cuando decían que estarían en contra si no se protegía a las pymes. Hoy, a saber. Carlos Torres haría bien en no militar en este sanchismo irredento y esperar un momento más adecuado. Eso sí, no tengo dudas que el BBVA, como mínimo, planteará una batalla legal. 

De momento, no ha acabado nada. Ahora empieza todo porque se han fijado las reglas de juego. El VAR ha dictaminado una vez analizadas las jugadas y las decisiones del árbitro CNMC. Si Torres tira adelante, en una especie de Misión Imposible, el banco vasco deberá terminar el folleto de la opa y remitir a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) los nuevos cálculos de la operación. 

Vamos, enmendar una propuesta que ha durado menos que un caramelo en la puerta de un colegio, que se ha quedado corta y que los accionistas miraban con recelo, y rechazo. Si lo hace y acepta los requisitos acordados, no le queda otra, por la CNMC y el Gobierno, la CNMC dará su ok en julio y se iniciará el plazo de aceptación de la OPA. Nos iremos a septiembre.

Ahora Torres tiene que decidir si acepta esta agonía porque si pierde puede perder más que una OPA. Por cierto, el Gobierno dice que ha tomado la decisión por el interés general. No le falta razón. Trabajadores, pymes y territorios aplauden su decisión. Como es de interés general, estoy convencido de que tendrá el apoyo de la Conferencia Episcopal que pide elecciones por interés general. Blanco y en botella, señores obispos. Bromas aparte, la OPA, como dice Foment del Treball, está amortizada.