La impunidad puede ser legítima. Y este es el caso de la amnistía, anunciada en la ponencia del Tribunal Constitucional, una medida que ha mejorado el clima político catalán, pero que no permite volver a sus puestos de mando a los líderes de la DUI. Queda por atar el cabo del delito de malversación que el Supremo elevará al Tribunal de Justicia de la UE (TJUE). La corte de Luxemburgo tiene la palabra. Puigdemont y Junqueras seguirán inhabilitados por más que el líder de ERC considere que “Defender la amnistía es defender la democracia”, como titula él mismo en un artículo de opinión publicado en El País

El odio al contrincante despliega postales y se alimenta en lugares de paso: cafeterías, restaurantes, concentraciones de fin de semana o canutazos de prensa en la Puerta de los Leones del Congreso. Es el último ensayo de la estridente manifestación del próximo domingo, convocada urbi et orbi por Núñez Feijóo, en Madrid, sin estandartes partidistas.

La oposición y el mundo soberanista encadenan instantes; están concernidos únicamente por su silueta, pero no dejan huella. Viven bajo sus convicciones; no confrontan ideas. El líder del PP es el gallego indiferente y gritón que se ha dejado en casa la linterna de Diógenes. Sobre el ring de las ideologías, sobreviven la invectiva de la derecha, la callada por respuesta de Sánchez y el parapeto nacionalista, que tensa la cuerda, pero no la suelta.

El escenario dobla la cerviz de Puigdemont. El 24 de junio, el tribunal de garantías dará validez a la Ley de Amnistía, pero el expresident seguirá ausente ¿Qué ha hecho por su país aparte de declarar la independencia unilateralmente? Nos metió en un embrollo y nos dejó en el cargo a Torra, un buen lingüista de nulidad legislativa, entre galletas de Camprodón regadas con ratafía ¿Cuál fue su obra de gobierno? ¿Y de qué se queja ahora Puigdemont, cuando aclama la memoria de una debacle? El Constitucional evita el contagio político: la ponencia no señala al legislador, porque este último “puede hacer lo que quiera” si se lo permite la ley de bases.

Los políticos sin obra de Gobierno, como los Feijó, Puigdemont, Junqueras o Abascal, son un invento antiguo. Los discursos de tantos ilustres de la escena senatorial de la antigua Roma les vendrían bien a los actuales diletantes de las cámaras o al secretario general del PP de Madrid, Alfonso Serrano, un parlante de la segunda sofística, defensor numantino de Ayuso e inspirador del boicot que los representantes del PP quieren hacerle a la Conferencia de Presidentes de las CCAA el próximo viernes.

Desde su postura intransigente, el soberanismo intimida a la Moncloa rodeada de escándalos de mesa camilla y de bombas, como el agujero de Ábalos en Fomento; y, desde la orilla que conduce a la laguna Estigia de la legislatura, otro de los socios, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, le recuerda al PSOE que las maquinaciones de Junts conducen a un cambio de acera en el momento de la moción de censura de Feijóo. Es la guerra intraindepe: caballitos de cartón y soldaditos de plomo.

La amnistía cambiará el mapa de España. Aunque sea legítima, consagra la impunidad.