Llevo mucho tiempo diciendo que me identifico más con la generación Millennial (nacidos entre 1981 y 1996) que con la Generación X, a la que realmente pertenezco, ya que nací en 1979. Pero esta semana, tras leer un artículo en The Economist titulado “Por qué la Gen X es la verdadera generación loser” (Why Gen X is the real loser generation), me he dado cuenta de que he sido una ingenua. No soy Millennial. Soy una auténtica loser de la generación X.

“Los miembros de la Generación Z, nacidos entre 1997 y 2012, dicen que las redes sociales arruinaron su infancia. Los Millennials, entre 1981 y 1996, se quejan de que no pueden comprar una vivienda. Los baby-boomers, entre 1946 y 1964, se quejan de que se enfrentan a una jubilación incierta. En cambio, se habla poco de los nacidos entre 1965 y 1980, la Generación X”, concluye la prestigiosa revista británica, después de analizar las búsquedas en Google y los —escasos- libros publicados en los últimos años que tratan sobre mi generación.

Al parecer, los miembros de la Generación X, especialmente los que ahora están en torno a los 50, no saben ni siquiera a qué generación pertenecen. Lo que sí saben es que se sienten más infelices y ansiosos que el resto, coincidiendo con la teoría de la “curva de la felicidad en forma de U”. Según esta teoría, desarrollada por el economista británico David G. Blanchflower, de la Universidad de Dartmouth, las personas son felices cuando son jóvenes (los niños los que más), pero a medida que crecemos, vamos siendo más y más infelices, y tocamos fondo a los 47 años. Luego la cosa vuelve a mejorar progresivamente, hasta que nos morimos.

Hay varios motivos por los que se toca fondo al alcanzar mi edad (yeah): aparecen los primeros problemas crónicos de salud (ojo seco, tiroiditis, rodillas crujientes, etc.); te das cuenta de que tus aspiraciones profesionales, si no las has conseguido aún, se quedarán en eso, en aspiraciones; y, lo peor de todo, se te junta tener que cuidar tanto de tus hijos como de tus padres, por lo que tu libertad de movimientos y tu tiempo de disfrute personal se rebajan considerablemente.

Otro dato sorprendente desvelado por The Economist es que si los miembros de la Gen X hemos visto cómo nuestros ingresos quedaban estancados, a pesar de ser superiores a los de los Millennials y los Gen Z, es en parte por culpa nuestra. Según diversos estudios psicológicos citados por la revista, los nacidos entre 1980 y 1965 hemos sido reacios a ser “currelas”, “machacas”, es decir, a ser esclavos del mundo empresarial, porque damos más importancia al equilibrio entre vida profesional y personal, y a preservar nuestra autonomía.

“No es casualidad”, apunta The Economist, que en 1999, cuando teníamos todos entre veinte y treinta años, se estrenaran dos películas de éxito cuyos protagonistas se liberaban de toda atadura: Matrix, protagonizada por un pirata informático en medio de un mundo dominado por las máquinas, y El club de la lucha, donde un oficinista hastiado de su vida gris decide unirse a una sociedad secreta que recurre a los puñetazos para poder descargar sus frustraciones y su ira. “Todo muy emocionante, por supuesto, pero poco propicio para construir una carrera sólida”, se ríe The Economist.

Lo cierto es que ninguna de las dos películas me causó mucho impacto. A mí me gustaba Esta casa es una ruina (1988), una comedia protagonizada por una joven pareja (Tom Hanks y Shelley Long) que decide comprarse una casa en las afueras pensándose que es una ganga. No me ha ido mucho mejor.