Mientras todos nos fijamos en los gestos y en las declaraciones del 47 (y 45) presidente de los Estados Unidos, pocos se fijan en su plan, más allá del ya conocido Make America Great Again. Trump es un hombre de negocios y se ha encontrado un país con unos indicadores muy malos: el mayor déficit comercial mundial (1,2 billones de dólares, casi todo nuestro PIB) y una deuda por las nubes (124% del PIB, y subiendo). Podría seguir la dinámica de sus predecesores, pero quiere cambiar las cosas, aún a pesar del lío que se está montando.

Estados Unidos es un país que gasta muchísimo, no le importa de dónde viene lo que compra y, además, a sus ciudadanos no les encanta pagar impuestos. La presión fiscal es del 25% del PIB, cuando la media de la OCDE está por encima del 34%, Alemania supera el 40% y Francia llega al 45%. Su Estado del bienestar es infinitamente más frágil, es cierto, pero no les importa mucho. A cambio gozan de pleno empleo (4% de paro) y de un ritmo económico más que notable. El presente importa mucho más que el futuro, sin duda, tal vez por eso la dinámica emprendida es vertiginosa, como si no hubiese un mañana.

Los principios son muy sencillos, América en el centro, gastos e impuestos los menos. Y estos principios se visualizan en varios frentes.

Se ha decidido abandonar el legado de la segunda Guerra Mundial. La pax americana se basaba en la reconstrucción para incrementar su mercado e influencia y evitar nuevos enfrentamientos, es decir, plan Marshall e impulso a organismos multilaterales. Europa nunca se planteó devolver las ayudas, y los organismos multilaterales se han girado en contra de los Estados Unidos. Ya no interesan a quien gobierna de modo utilitarista.

Ahora se ha explicitado que sólo se intervendrá militarmente donde haya un retorno económico. Reclamar yacimientos de tierras raras a Ucrania es evidenciar que hay que pagar al gendarme universal. Siempre ha sido más o menos así, la geopolítica se mueve por la economía, pero nunca de una manera tan evidente.

Se quiere reducir la gigantesca administración. El 16% de la fuerza laboral norteamericana trabaja en la administración. Es mucho, pero en Europa es más (18% España, 22%, Francia,…). Sin embargo, para un país en el que lo público da grima, reducir el peso de la administración es una prioridad, en este caso mediante un encargo realizado a Elon Musk.

Y finalmente se trata de reducir el déficit comercial como sea. No importa si se importa más que se exporta por proteccionismo o por falta de competitividad, el objetivo es que se reduzca la brecha entre importaciones y exportaciones.

Para lograrlo, se están dando pasos muy firmes que pillan a nuestros políticos, acostumbrados a decir mucho más que a actuar, con el paso cambiado. Estaban avisados, pero no se lo creían.

A los socios de la OTAN se les está pidiendo mucha más contribución en el presupuesto de defensa tanto para que Estados Unidos gaste menos como, sobre todo, para que les compren más armas. Parte de la reducción del déficit comercial podría ser comprando armamento, lo que mataría dos pájaros de un tiro. Los intereses de la defensa norteamericana se concentrarán allá donde estén sus intereses, y de Europa no va a sacar mucho, por lo que mejor nos defendemos nosotros.

Europa es hoy, en gran medida, como es gracias a Estados Unidos, pero lo que se ha salido del guión es la Unión Europea. Hemos pasado de un continente roto, dividido y enfrentado a un intento de potencia mundial, y eso no beneficia a los americanos. Por eso no podemos esperar mucho de ellos, salvo que sigamos su juego.

Ellos se van a concentrar en contener, o contentar, a sus rivales nucleares y a entrar en los conflictos de los que saquen, de manera directa o indirecta, rédito. Si Rusia quiere mover unos cientos de kilómetros una u otra frontera será menos importante que si China se carga las plantas de chips en Taiwan. Nada personal, sólo negocios.

Si la defensa es una palanca de presión, los aranceles son otra, en este caso para reducir el déficit comercial, sea porque se importe menos, sea porque se negocie. La “fórmula” empleada es bien sencilla, cuál es el déficit comercial entre Estados Unidos y el resto de los países.

Los aranceles pueden redirigir el consumo y mejorar la situación de las arcas públicas, pero también pueden servir para negociar, tanto con los países como con las empresas. Del “designed in California” al “made in America. ¿De verdad es necesario para Apple fabricar todo en China cuando pone los precios que le apetece?. Se trata tanto de educar al consumidor como a las empresas, aunque la pieza que falta es la mano de obra. En Estados Unidos todo el mundo está empleado, por lo que la inmigración, ordenada, seguirá siendo necesaria. Habrá que ver cómo encajan todas las piezas.

Estamos en el inicio de una interesante jugada de ajedrez donde unos quieren reducir su déficit comercial y su deuda pública y otros seguir manteniendo su status quo. Habrá que ver cómo avanza y cuantos errores cometen unos y otros. De momento, gana Estados Unidos por goleada, ya que es quien lleva la iniciativa y quien ha conseguido ser centro de la atención mundial. Ahora, todo el mundo corre para negociar. El emperador ha concedido tres meses de gracia, hay que aprovecharlos.

Respecto a España, Estados Unidos tiene más de 2.600 millones de superávit comercial con nosotros y dispone de las bases militares que desea. Y, sin embargo, somos de los últimos de la clase a ojos americanos. Algo estará haciendo mal nuestra diplomacia que se distancia de la Unión Europea en temas como Venezuela o en la compra de petróleo y gas a Rusia, pero no es capaz de levantar el dedito para decir que nosotros hacemos los deberes con el tío Sam.

Por el contrario, parte del Gobierno, curiosamente la parte que reniega de la Transición, ya ha vuelto al Yankees go home de los 80 y, aunque en la realidad somos de los alumnos más aventajados, vamos a hacer todo lo posible por parecer de los más gamberros. Para redondearlo no tenemos mejor idea que hacer el tolai en Oriente. Es hora de saber en qué lado del mundo queremos estar y actuar en consecuencia.