A este paso, Junts va acabar haciendo igual que Prince en su momento, y va a pasar a denominarse “El partido antes llamado Junts”, con un signo esotérico que indique que una vez fue una formación política.

Por si no tuviera suficientes problemas entre líderes condenados, altos cargos investigados, sospechas de desvío de fondos y acusaciones de traición por parte de los independentistas más pertinaces -alguno queda, parece ser-, llega ahora la escisión dentro del propio partido. Y miren que no ha de ser fácil provocar una escisión en un partido cada vez más minoritario, debe de ser tan dificultoso como dividir una célula.

Al parecer, hay un grupo de militantes descontentos con la democracia interna de Junts, aunque sería más apropiado decir con su falta de democracia, no en vano hablamos de un partido procesista, corriente política que se caracteriza por el escaso apego a la ley. Esos militantes acusan a la formación de cometer irregularidades en el último congreso, en el cual se eligió como presidente a Puigdemont con más del 90% de los votos, un resultado similar al de cualquier república bananera que se precie de serlo, Puigdemont debería haber huido a Sudamérica y no a la vieja Europa.

Hay militantes que no merecen serlo. Si uno se afilia a Junts debe ser consciente de que el primer mandamiento, más bien el único, es jurar fidelidad al líder supremo y hacer todo lo que esté en su mano para que este líder siga viviendo a costa de los demás.

Junts es un partido que se creó para mayor gloria de Puigdemont, eso es lo primero que debe conocer cualquiera que vaya a sus oficinas a afiliarse, es más, estoy seguro de que se les informa de ello desde el primer momento, para que no haya dudas. Pagar la cuota y meter dinero en cualquier chiringuito que salga de la mente del caudillo de Amer es también importante, pero lo primero es adorar sin atisbo de duda al gran gurú.

Más que escindirse, los militantes que ahora se sorprenden de que el partido no sea más que el lugar al sol que se buscó Puigdemont para tumbarse, deberían ser expulsados del mismo, por imbéciles. ¿Dónde creían que se metían?

La escisión va a tener como consecuencia la existencia en Junts de dos corrientes distintas. Los escindidos han optado por denominarse JuntsxJunts, una redundancia que, sin embargo, deja bien a las claras que Cataluña les importa un comino y que lo que les interesa ante todo es que el partido funcione, ya que es ahí donde se ganan las habichuelas. Hay que reconocer que son sinceros desde el mismo nombre, para qué andarse con rodeos, mejor que todo el mundo sepa cuáles son sus intereses.

Para diferenciarse de estos, los demás, es decir, los militantes que continúan fieles a los principios fundacionales, deberían pasar a llamarse JuntsxPuigdemont, un nombre igual de sincero, puesto que en su caso han aceptado humildemente que donde hay patrón, no manda marinero, y que están ahí para gritar “Sí amo” cada vez que el expresidente fugado abra la boca, así sea para preguntar qué hora es. Lo único que sobra ahora es el nombre de Junts, porque cada vez están más separados.

En un batiburrillo de JuntsxJunts y JuntsxPuigdemont ha quedado lo que un día fue llamado pomposamente JuntsxCatalunya, un nombre que era a todas luces una patraña, ya que a ninguno de sus dirigentes -y a bien pocos militantes- les importó nunca Cataluña, como bien se han preocupado de demostrar, hundiéndola en la miseria cada vez que han tenido ocasión.

Ahí dentro ya solo caben los que van a favor del partido y los que van a favor del expresidente, quien pretenda trabajar para que Cataluña mejore, que se busque otro partido. Está bien que, por una vez, las cosas hayan quedado claras.