¿Había una urgencia, un clamor popular, una necesidad perentoria, un beneficio claro para los ciudadanos, tanto para los catalanes como para los de toda España, para que los Mossos se incorporen a la vigilancia de la frontera, sumándose así, de momento, a otras dos policías (la Nacional y la Guardia Civil)?
Desde luego que no.
Entonces, ¿por qué el Gobierno ha accedido?
Bueno, podemos pensar que ha dado este paso respondiendo a su infinita voluntad de complacer.
Claro que parece responder más bien a la necesidad de asegurarse –gracias a esta medida, y a otras que ahora no detallaremos— el apoyo de los partidos nacionalistas para seguir gobernando.
Beneficio secundario es que así irritan a media España, lo que ahonda la división del pueblo y aprieta las filas propias, cosa que les encanta y les conviene.
Por parte de Junts, o sea de Puigdemont, ¿es que hay un beneficio claro y directo, para su reiterado proyecto de obtener la independencia de Cataluña, en esta nueva atribución de poderes a una Generalitat que ahora no gobiernan?
No, no hay un beneficio inmediato y factual, pero lo hay de carácter simbólico y propagandístico, o sea político. La política según la entendemos hoy –y quizá siempre- consiste en simbolismos, gestos, discursos y propaganda.
Para Junts este logro es una forma de coquetería. Naturalmente, el Gobierno y sus altavoces se apresuran a declarar que esta nueva cesión de la que tanto se jactan Puigdemont y los suyos no afecta de verdad a la soberanía nacional, no es sustancial, ya que ceder de verdad las fronteras sería inconstitucional.
Claro que también negaron, por inconstitucional, la amnistía, y luego cuando hubo que asegurarse los votos de los golpistas (esos a los que supuestamente el Gobierno socialista haría regresar de Waterloo para rendir cuentas a la Justicia en Madrid), la amnistía se convirtió, por magia abracadabra, en milagrosamente constitucional, y la Justicia, que ponía palos en las ruedas, un cónclave de fachas. Y no sólo eso sino que además dejar impunes todos los crímenes del procés era imprescindible para “pacificar” Cataluña.
¿Significa algo que los Mossos se ocupen ahora también de fronteras, aunque, según el Gobierno, de forma poco más que decorativa y como de buen rollito, cooperando, cooperando?
Nada grave, sólo que Puigdemont y compañía dan un pasito más en el imaginario de autosuficiencia y la legitimidad internacional. Tiempo habrá (cuando Puigdemont pase de nuevo a cobrar) a que esa presencia de los Mossos pase de ser más o menos simbólica y compartida a exclusiva.
Beneficio de menor importancia es que ahora cuando Puigdemont quiera venirse a pronunciar otro aguerrido mítin en el paseo San Juan de Barcelona el paso de la frontera la resultará más… fluido todavía, gracias a los chivatos con los que a partir de ahora podrá contar en las aduanas.
Bien está, pero para el ciudadano, ¿aporta esto algún beneficio? A lo mejor cuando él pase la aduana le saluden diciendo bon dia, lo cual no es moco de pavo, no cabe duda de que se sentirá muy pacificado.
Claro que además habrá que aumentar el cuerpo policial de los Mossos en unos cuantos miles de agentes más. Cuyos sueldos correrán, claro, a cargo del contribuyente, no iban a ir a cargo del PSOE ni de Junts.
Pero ese gasto se resuelve con la implementación de algún nuevo impuesto, el aumento en unas décimas de los ya existentes, o un ahorrativo recorte de servicios públicos. ¡Será por dinero!
Si de momento le toca a la Generalitat financiar esos miles de nuevos y bien remunerados puestos de trabajo, poco importa: ya vendrá en su momento el Gobierno socialista con otra condonación de la deuda que genere.
Al fin y al cabo “está claro” que hasta ahora teníamos pocos funcionarios, y que necesitábamos muchos más.
Cada día siento más admiración por Carles Puigdemont, capaz de bailar el tango sin salirse de una baldosa y que, como el Cid Campeador, gana batallas después de muerto.