Me llamó la atención que la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, insistiera en una entrevista -incluso con vehemencia, casi ofendida- en que no la llamaran así en catalán, alcaldessa, sino batllessa

Ello me llevó a fijarme que siempre que publica un tuit o alguna otra burrada, se define a sí misma siempre como batllessa, jamás como alcaldessa, como si eso último fuese poca cosa para ella. 

Al final llegué a la única conclusión posible: puesto que las dos palabras son sinónimas, Orriols elige la que remite más a la antigüedad, incluso al medioevo y a la Cataluña feudal. 

No en vano, ha bautizado a toda su prole con los nombres de Guinedell, Queralt, Violant, Peronella y Fortià. Si en lugar de una independentista catalana, la edil de Ripoll se considerara española vieja, habría puesto a sus hijos los nombres de Mendo, Guzmán, Aquilina, Brunilda y Godofredo; lo que sea para que sus retoños no sean confundidos con algún inmigrante recién llegado.

Un batlle -o batllessa- era en la antigüedad la autoridad municipal y judicial en los pueblos, mucho más que un simple alcalde; cargo, éste, que además nace con el estigma de haber sido democráticamente elegido, cosa que, se conoce, no gusta mucho a la Orriols. 

Ostentar la máxima autoridad judicial en Ripoll, además de la municipal, es seguramente su sueño más húmedo: impartir justicia, mejor dicho, su justicia, a cualquier inmigrante que ponga un pie en su localidad, debe de ser su máxima aspiración, ya que, como simple alcaldesa, hay algunas decisiones que le son incomprensiblemente vetadas. En cambio, como batllessa medieval podría dictar lo que le viniera en gana, eso sí que sería vida.

-Tú, moro, al calabozo por no querer comer cerdo.

- Con todo el respeto: ¿Usted quién es para decretar una pena de prisión?

- Soy batllessa. ¡Yo soy la justicia!

De hecho, Ripoll es una reconocida villa medieval, así que está bien pensado que sus instituciones adopten nomenclaturas y -sobre todo- funciones del medioevo. 

Si tiene recorrido lo de Sílvia Orriols como batllessa, estaría bien que el resto de concejalías adoptaran nombres más acorde con el glorioso pasado de la población, y que los responsables de Seguridad, Hacienda, Medio Ambiente, Cultura, Comercio o Bienestar Social, pasaran a asumir los cargos de Inquisidor Mayor, Corregidor, Chambelán, Camarlengo, Caballerizo y Maestre Librador.

La animadversión de Sílvia Orriols hacia la inmigración debe de tener mucho que ver con esa fijación suya con la Edad Media, cuando todos los ciudadanos de la condal villa eran blancos como el papel. Los árabes apenas llegaron tan al norte de la península y los latinos seguían en sus tierras americanas, que estaban aún por descubrir. 

Orriols quiere regresar a aquel Ripoll de raza blanquísima, así que ha empezado por los nombres de su prole y por el cargo que ella misma ostenta. No es que sea mucho, pero por algo se empieza.

El problema va a surgir si, como pretende, llega a presidir la Generalitat. El cargo de batllessa se le va a quedar pequeño, y el de presidenta no es suficientemente arcaico ni diferente... president lo fue hasta Montilla, con eso está todo dicho. 

Habrá que revisar antiguos documentos hasta dar con un puesto que la merezca. Yo sugiero que, si gana las próximas elecciones autonómicas -algo para lo que están trabajando sin descanso los demás partidos- imparta justicia -ella misma, por supuesto- según el Liber Iudicum visigodo y los Usatges compilados en la época feudal, y que en lugar de simple presidenta, ostente el cargo de Reina de Aragón y condesa de Barcelona, qué menos para alguien que antes fue batllessa.