Apenas se ve en la política actual, pero cuando ocurre los ciudadanos seguro que no pueden evitar esbozar una pequeña sonrisa, una mueca de satisfacción, un respiro de consentimiento.

Esa actitud rara avis ocurrió el pasado viernes en el Ayuntamiento de Barcelona, cuando el equipo de gobierno aprobó una iniciativa de Junts para impulsar el plan de renovación lumínica de la capital catalana.

Esta iniciativa no puede ser más acertada. No es la primera vez que muchos opinadores sobre la realidad de la ciudad coinciden en detectar el tono lúgubre de la iluminación de las calles de Barcelona.

En el centro de la ciudad el destello lumínico es pobre, en los barrios más extremos se asemeja a aquella iluminación que emitían las bombillas de 125 voltios. Es cierto que en los últimos meses se ha visto el inicio del cambio en la iluminación callejera, luces leds, de luz blanca y más intensa, pero todavía queda mucho trecho por recorrer si queremos tener una ciudad por la que no dé miedo pasear cuando desaparece la luz solar.

El acuerdo sobre un tema importante da esperanzas a que determinados aspectos que precisa la ciudad puedan salir adelante. En el caso de la luz urbana, la necesidad tiene varias variantes.

Sin duda, la estética juega su papel. Unas calles mejor iluminadas realzan la ciudad y otorgan una sensación de mayor confortabilidad. Una ciudad que luce aumenta la autoestima de quienes la viven a diario, y seduce a aquellos que barajan implementar una inversión importante.

Pero si en un elemento la medida aprobada es especialmente importante es en la lucha contra la inseguridad. Una medida aprobada por todos se espera que no sufra palos en las ruedas por parte de ninguna formación política, algo que sin duda permitirá que no haya excusas para implementar el calendario de cambios en los sistemas de iluminación de la vía pública.

Siempre hemos dicho que parecía incomprensible que con la tecnología led existente no se abordara antes tener una ciudad deslumbrante sin que el coste energético se viera incrementado. Tener, pues, la calle mejor iluminada disuadirá de sus intenciones a múltiples delincuentes y, por encima de todo, logrará que la sensación de desamparo callejero que sufren muchos barceloneses vaya disminuyendo.

Sólo con una buena iluminación no lograremos darle la vuelta al temor constante que exhiben los barceloneses respecto a su seguridad. Pero será un paso decidido que si se acompaña con una creciente buena labor policial dará sus frutos.

Hay calles del Raval, de Nou Barris, de Poble Sec o de La Verneda, por poner unos ejemplos al azar, cuyo grado de iluminación no inspira ninguna confianza. Para tener una ciudad más habitable no hay que poner frenos a las reformas sencillas, pero importantes. Y la iluminación, clave y esencial, es uno de esos elementos cuya mejora sólo puede ser aplaudida.