Como se viene comentado ampliamente desde principios de esta semana, el sector tecnológico occidental se ha visto golpeado por la irrupción de la startup china DeepSeek, la cual, con una inversión de apenas seis millones de dólares, ha revolucionado el mercado de la inteligencia artificial (IA). En poco tiempo, ha desarrollado un modelo mucho más barato que cualquiera de los cuatro titanes (ChatCPT4o, Gemini, Claude o Copilot), tanto en microchips como en consumo energético. Aunque por ahora puede almacenar bastantes menos conocimientos que sus homólogos occidentales, y en asuntos políticos sus respuestas están sometidas a “los valores socialistas fundamentales de China”, según los expertos en IA, el producto es muy competitivo y presenta interesantes innovaciones.

Es pronto para saber hasta qué punto supone un desafío existencial para el conjunto de las empresas occidentales que están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en el desarrollo de la IA. Ahora bien, de entrada, DeepSeek evidencia el fracaso de las políticas restrictivas norteamericanas en la exportación hacia China de chips avanzados de fabricantes como Nvidia con el fin de evitar que el gigante asiático tomase la delantera. Esfuerzo inútil. La historia de los avances científicos y técnicos demuestra reiteradamente que la pasión de los investigadores y su inteligencia puede superar las trabas burocráticas y la limitación de recursos. Este parece ser el caso de Liang Wenfeng y su equipo en esa startup, que tampoco se ha desarrollado al amparo de ninguna gran tecnológica china como Alibaba o Tencent.

Mientras esto sucedía, se confirma que la semana que viene empieza a funcionar la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA) que, de forma temporal, se ubicará durante tres años en Casa Veeduria, un magnífico inmueble recientemente reformado en la Ciudad Vieja de A Coruña, mientras se completan las obras de rehabilitación integral de un edificio aún más singular, un palacio ecléctico-modernista de los años veinte, La Terraza, que es todo un cono de la identidad urbana coruñesa. La reforma va a costar varios millones de euros y el resultado a buen seguro que será magnífico. El problema no es el continente, sino el contenido. En España apenas hay empresas punteras en IA, pero sí somos pioneros en crear una agencia regulatoria que, según el Gobierno, tendrá 80 empleados y se dedicará a inspeccionar prácticas prohibidas e imponer sanciones económicas. La AESIA cuenta ya con un director general, Ignasi Belda, un secretario general, dos jefes de división, un subdirector y demás personal de administración. Esta agencia gubernamental nace para aplicar el reglamento de la UE en IA, pero se hace difícil saber exactamente qué y cómo regulará porque en Europa hay pocas plataformas de inteligencia artificial. Y DeepSeek demuestra, para nuestra amargura, que lograrlo no es un problema de dinero.

Tanto la UE como nuestro Gobierno quieren una IA “transparente, ética, responsable y humanista”, y para ello España aprobó en 2024 una estrategia con una inversión de 1.500 millones de euros para su adopción en el sector público y privado. Hay un documento oficial donde se explica en colores que el objetivo es fomentar la supercomputación, el talento, llevar la IA a las pymes y asegurar la ética y la transparencia. Por ahora todo eso son divinas palabras. La realidad es que los europeos nos estamos quedando fuera del desarrollo y la innovación en IA. Aunque, eso sí, somos pioneros en supervigilar y ordenar de antemano, al amparo de bellos edificios, pero al final será sobre la nada. Ni chinos ni norteamericanos, que son los que lideran esta frenética carrera, van a someterse a nuestras obsesiones regulatorias. Dejemos también de poner el carro antes que los bueyes.