Dicen que con Salvador Illa algo ha cambiado en Cataluña.

Ciertamente, ya no vivimos con el alma en vilo de los aspavientos de aquellos que buscaban la división constante. Aquellos que expedían carnés de buen catalán, siempre muy independentista y siempre muy hacendoso seguidor de Junts.

Los no independentistas éramos vejados como fascistas, ñordos o españoles. También entraron en el altar de la maldad los de ERC y de la CUP, cuando no bailaron el agua al prófugo de Waterloo.

Son los mismos que se hartan de despotricar contra todos aquellos catalanes que hacemos de nuestro bilingüismo nuestra seña de identidad. Los que dicen que el 25% de castellano en la escuela es una vergüenza que discrimina al catalán y los que llaman colonos a todos aquellos que en los años 50 y 60 llegaban a Cataluña en busca de una oportunidad de vida.

Para estos intransigentes, incapaces de ver la realidad de este país, los Premios Gaudí de este año han sido todo un horror.

Así lo expresó un señor que cobra su sueldo de la Generalitat de Catalunya como jefe de Gabinete del expresident Puigdemont. Lo expresó en modo amenaza. “A los premiados Gaudí de ayer, muchas gracias por vuestras palabras a favor de la libertad y la independencia de Cataluña y en solidaridad con los exiliados y represaliados por España. Cuando seamos República independiente, os lo volveremos a recordar. Cobardes”.

O sea, que la República catalana perseguirá a todos aquellos que tuvieron la desfachatez de no ser independentistas o bilingües. Lamento que Puigdemont todavía no haya cesado a un tipo que piensa que él es Cataluña y que define a España como un ente malévolo sin ideología.

Que yo sepa, en España hay ideología. Basta con ver la actitud de la derecha y la ultraderecha ante Cataluña, la actitud de los jueces que bloquean una ley que quiere poner punto final a unos sucesos descabellados que nos llevaron por el pedregal. Nada que ver, por cierto, con la actitud de una izquierda plurinacional que puso en marcha los indultos o la Ley de Amnistía.

Eso sí, desde el punto de vista de este personaje tienen un pecado original: no son independentistas y hablan en castellano. Y baste con recordar que un 26 de enero Cataluña cayó en manos del fascismo. Víctimas fueron los demócratas, españoles y catalanes, sin diferencia. Algo que Alay es incapaz de ver.

Igual que en los Gaudí. Eduard Sola, mejor guion por la Casa en Flames, puso en valor la escuela pública y tuvo a honor mencionar a sus abuelos emigrantes y sus orígenes humildes. Igual que la nieta de un luchador, Joana Vital -El 47-, que hizo un canto al bilingüismo, a la comunicación entre las personas que pusieron los cimientos de la Cataluña de hoy con referencias explícitas a sus abuelos, uno extremeño, la otra catalana. Y lo más importante, ambos demócratas.

Pero eso es igual. Tanto Sola como Vital, según Alay, tendrán que rendir cuentas ante la República sectaria que no dará tregua a los diferentes, que en su argot serán disidentes y traidores.

Si esto es lo que tiene que venir, espero que el president Illa esté años al frente de la Generalitat para construir un muro ante los totalitarios como Alay, que cuenta con el visto bueno de Puigdemont. Esos totalitarios e intolerantes que quieren a una Cataluña heredera del Archipiélago Gulag o de la Siria de Assad.

Dirán que exagero, pero este ataque enfermizo de Alay no es nuevo. Lo vivimos en los años caóticos del procés.

Ahora, mientras hace manitas con el PP de Feijóo vuelve a las amenazas a todos aquellos que llegaron para construir una nueva Cataluña en la que era catalán todo aquel que trabajaba y vivía en Cataluña. Por suerte, no son mayoría.

Insisto, si Puigdemont quiere hacer política debe desprenderse de cierto lastre. El cese de Alay sería un buen paso. Si no lo hace, será tan totalitario e intolerante como él.