2025 arranca con dudas de todo tipo y condición.

Cuanto más sabemos de la pandemia y sus contramedidas más dudamos, sobre todo tras pronunciarse el Congreso estadounidense diciendo que todo se hizo mal, lo mismo que hizo nuestro Tribunal Constitucional.

Cuando un terrorista gritó “Alá es grande” al ser detenido tras atentar en un mercadillo navideño y nos dicen que es contrario al islam, a lo mejor es que no nos cuentan la verdad

Cada vez estamos más lejos de la verdad, porque sus mensajeros han perdido, en general, la imparcialidad.

Que una televisión pública se gaste un dineral en contratar a un comunicador que ni sabe vocalizar por el solo hecho de quitar cuota de pantalla a un rival ideológico es que la verdad es lo último que le interesa.

El Reino Unido hace mucho que ha dejado de ser un país admirable, entre otras cosas porque ya se reconoce la mentira como instrumento político.

Pero, sin embargo, su televisión pública es, todavía, creíble, al menos está a años luz de la credibilidad de TV3 o de La1, cada vez más cercanas en ser simples vehículos de transmisión de los mensajes del poder.

La RAI italiana es uno de los principales proveedores del canal arte, elevando a universal la cultura de su país. En España, La1 se pelea por la audiencia a fuerza de chascarrillos y mal gusto.

No tener una referencia informativa neutra es pésimo porque tendemos a realimentarnos en nuestro lado del muro.

Si solo nos informamos desde nuestra trinchera, solo escucharemos el eco de nuestros pensamientos y eso nos hará más y más cerriles.

Es lo que ocurre con los algoritmos de la red X: a fuerza de leer un tipo de mensajes no hacen más que llegarnos mensajes similares, entrando en procesos de radicalización de manera casi automática. 

Nos creemos que todo el mundo piensa como nosotros, cuando no es así.

La prensa solía ser el cuarto poder, pero ahora el Estado y en paralelo las redes sociales son más fuertes. 

La independencia de la prensa pasa, inexorablemente, por su independencia económica. Un medio que depende de ayudas públicas no puede ser independiente. 

Es fundamental que la economía de los medios esté saneada para poder tener opiniones que no sean las de quien manda. La publicidad y el patrocinio privado son la única garantía de independencia de los medios. 

Cada vez con más frecuencia, vemos cómo los mensajes del Gobierno calan como lluvia fina.

El tratamiento de las noticias sobre el clima es un buen ejemplo, el tremendismo ya parece parte de la mayoría de los libros de estilo.

Que haga frío en invierno y calor en verano no debería ser noticia, pero la consigna de meternos el cambio climático con calzador es clara y lo primero es sembrar la alarma en todas y cada una de las noticias.

Si llueve, alarma; si nieva, alarma; si hace calor, alarma. Con tanta alarma cuando pase algo serio no haremos ni caso. 

Es hasta cierto punto normal que el Gobierno haga propaganda de sus logros y que la oposición lo ponga todo en duda, pero alguien debería buscar el equilibrio tratando de informar sobre la verdad.

El neolenguaje, cada vez más extendido, y la alteración del pasado son, probablemente, las armas de manipulación de masas más efectivas. 

Ya lo avisó Orwell en 1984, una obra cada vez más actual. Releyendo esta obra nos veremos perfectamente reflejados hoy. El Ministerio de la verdad es toda una realidad.

Decía San Juan que la verdad nos haría libres, y tenía razón. Sin formación, ignorando la historia y con información sesgada, somos cada vez más manipulables. 

Tal vez es eso lo que buscan los malos políticos, súbditos incapaces de discernir entre el bien y el mal.

En los propósitos de 2025 deberíamos incorporar leer cada vez más y conocer la historia para formarnos un criterio propio. Si a Europa nos encanta criticar al 47 presidente estadounidense, no actuemos como él.