En los últimos meses, en el marco de la asociación El País de Demà, he tenido la oportunidad de conversar sobre competitividad con más de un centenar de profesionales dedicados, directa o indirectamente, a mejorarla en sus empresas, la gran mayoría del sector industrial o que han tenido roles significativos en la transformación digital del sistema productivo catalán. Personas de sectores diversos y de empresas ubicadas en diversos ecosistemas industriales del país, pero que tenían asumido que la competitividad sólo se logra, según sus palabras "asumiendo el riesgo de cambiar y mejorar continuamente innovando, ya sea en proceso o producto".
En el conjunto de reuniones había un denominador común, el convencimiento de que Cataluña afronta los retos propios de una sociedad avanzada, lo que debería obligar a impulsar la ciencia, la industria y la innovación para mantener una economía competitiva y sostenible.
Afirmaciones encuadradas en la posición de liderazgo de Cataluña en España en cuanto a desarrollo industrial, así como a nivel europeo en ciencia y tecnología, a pesar de la baja inversión en I+D e innovación —se sitúa en el 1,8% (en España, 1,4%), mientras que en EEUU y China supera el 3% del PIB—, ciertos problemas estructurales y de gobernanza del sistema y la falta de transferencia bidireccional de ciencia y tecnología hacia las empresas, aspectos que limitan su potencial en el ámbito global.
Un conjunto de aspectos que se enmarcan en que la innovación es, en parte, una asignatura pendiente en Cataluña. Los importantes avances de los centros catalanes de ciencia no se trasladan a innovaciones en el mercado y, por lo tanto, en creación de riqueza y progreso socioeconómico. Un aspecto que también sucede en Europa en general, que se arrastra desde hace años: la denominada "paradoja europea", un problema identificado ya en 1995 en el Libro Verde de la Comisión Europea.
Convertir el avance técnico-científico en progreso socioeconómico exige la articulación de políticas específicas para solucionarlo. En las reuniones que hacía referencia, se concluyó la necesidad de asumir la necesidad de valorizar todo el potencial científico para convertirlo en capacidad de generar competitividad, riqueza y progreso socioeconómico; es decir, innovar.
Un objetivo, la innovación, que debería ser prioritario, ya que potenciaría la industria en Cataluña. Un sector importante, pues si bien ha perdido peso en el PIB debido a la deslocalización, aún conserva una base significativa, como demuestra el hecho de que en el segundo trimestre de 2024, la industria catalana creció un 4,9% interanual, siendo el sector que más contribuyó al crecimiento del PIB catalán y superando, además, el incremento medio de la UE.
Disponer de una industria altamente competitiva, gracias a valores diferenciales en productos y procesos, permitiría avanzar en la consolidación y mejora del Estado del bienestar, dado que éste se sustenta en la capacidad de generar riqueza para asegurar el presente y un futuro próspero sin hipotecar a las próximas generaciones.
Así pues, maximizar el Estado del bienestar implica disponer de una industria potente, con profesionales bien remunerados, capaz de generar recursos suficientes para invertir en infraestructuras, educación, sanidad, investigación, innovación y ajustes sociales, pilares de toda nación moderna y próspera. Un conjunto de aspectos que obliga a competir por valor y no por precio, algo que sólo es posible con productos diferenciales, y transformando el progreso tecnocientífico en progreso social. Un hecho que depende únicamente de la capacidad de sincronización de los múltiples factores que convergen en las universidades, los centros de investigación y la industria, en el actual proceso de tránsito hacia una nueva era marcada por las tecnologías computacionales, el avance científico y la digitalización.
Del conjunto de reuniones, en las que los participantes actuaban en calidad de sociedad civil pero amparados en su experiencia y conocimientos y del análisis posterior, surgió el documento de El País de Demà, titulado La innovación para avanzar hacia una Cataluña sostenible y competitiva, el cual he tenido el privilegio de coordinar.
En dicho documento se efectúan propuestas específicas y proponen prioridades para avanzar en esa requerida simbiosis sincrónica entre ciencia e industria gracias a la innovación. Propuestas que son un reto para mantener e incrementar el Estado del bienestar, el cual exige liderazgo del gobierno y colaboración público-privada y, a la vez, actuar con la mirada a largo plazo. Lo que exige, también, que las Administraciones se organicen de forma eficiente, con estructuras ligeras, altamente productivas y libres de burocracia, actuando de forma cercana a los ciudadanos y las empresas. No deberíamos dudar que el futuro es posible por el stock de capital humano y productivo que hay en Cataluña. Usarlo es responsabilidad colectiva.