Nuestros hijos se van, pero del país, no de casa. Los jóvenes españoles con talento y estudios superiores, con remásteres, tesis y lo que haga falta, emigran.

A finales de 2023, la población con pasaporte autóctono en el exterior aumentó el 4,2% respecto al año anterior. Casi tres millones de expatriados.

Este 2025 tendré a mis dos vástagos treintañeros, a un yerno y a un nieto fuera de España. No es solo por dinero, aunque también (¿quién quiere ganar menos de lo que merece?), sino porque aspiran a más responsabilidades, a más reconocimiento y promoción profesional, a más futuro. 

El nuevo éxodo –muy distinto al del Vente a Alemania, Pepe (1971)– es el de los jóvenes con mochila y títulos varios. Aumenta de forma constante desde 2010.

Son hombres y mujeres sobradamente preparados que escogen largarse a países donde ven un futuro más próspero. Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos son los destinos con más españolitos por metro cuadrado.     

Mientras los jóvenes se van, España se ha convertido en un gran receptor de extranjeros. El aumento de la inmigración llega esencialmente de África (por ser la vía de entrada a Europa) o de Hispanoamérica (la lengua común facilita la integración).

Los recién llegados rejuvenecen este país de viejos, pero no compensan el talento que se pierde

Las personas inmigrantes con sólo formación primaria que acaban en la península ibérica –esas que cuidan, friegan, cambian pañales a ancianos o reforman viviendas– aumentaron considerablemente entre 2019 y 2024.

Crece, también, la llegada de médicos, dentistas y otros especialistas sanitarios de países latinoamericanos; huyen de salarios aún peores que los nuestros.

En los dos últimos años, la Unión Europea sólo ha devuelto a sus países de origen al 12% de quienes alcanzaron ilegalmente suelo comunitario.

España es uno de los estados que expulsan menos y donde “el arraigo” se consigue con más facilidad; a partir de 2025, se necesitarán dos años de empadronamiento para pedir la legalización en vez de los tres de antes.

Hace unos meses, una joven inmigrante sin papeles que se dedica a las faenas y al cuidado de niños en Barcelona me dijo: “Los españoles son muy liberales”. Entendí, tras conversar con ella, que no se refería al liberalismo económico. Me explicó que, en España, era fácil entrar, trabajar, tener cuidados sanitarios y no ser expulsada. 

Al contrario de los inmigrantes de antes, los españoles de hoy se mueven legalmente a América o a otros rincones de Europa. Son jóvenes (entre 30 y 35 años) con permiso de trabajo y un mejor sueldo asegurado.

En Australia, que se ha puesto de moda, se puede entrar con visa de estudiante y derecho a trabajar durante un año. 

El salario mínimo interprofesional (1.134 euros al mes) ha crecido un 54% desde 2018. Yolanda Díaz, pensando en sus fieles, quiere volver a aumentarlo en otros 50 euros mensuales. En contra de las asociaciones empresariales e, incluso, del sindicato UGT.

Por otro lado, las exigencias de Yolanda de reducir media hora la jornada laboral (para ser felices y comer perdices) no llevarán al fin de la lucha de clases, pero quizás le ayuden a ganar votos.

“Estás con los trabajadores o con la patronal”, ha espetado la vicepresidenta al Gobierno de Pedro Sánchez. Además, ha tildado al ministro de Economía de “mala persona”.

El quid de la cuestión económica está hoy en el bajo salario “medio” español, el que cobra la mayoría de titulados. Ha subido cuatro veces menos que el ingreso mínimo.

Actualmente, es de 2.128,4 euros al mes. O sea, cobrar 37.000 euros al año te sitúa entre el 20% de la población que más gana. Y esa es la cifra aproximada que, tras estudiar y hacer prácticas durante un total de 11 años, gana un médico en nuestra sanidad pública.

Por ahí andan también los nuevos ingenieros, las enfermeras experimentadas, que se van a Inglaterra, o los maestros, que aguantan el tirón. 

Para llegar a los 60.000 euros (el llamado salario de la felicidad), los jóvenes han de acumular décadas de experiencia y multitrabajo. Si se pretende investigar o tener hijos o comprar casa, todo se complica. 

Mientras un médico español con experiencia se estanca durante años en 50.000 euros anuales, en Francia gana unos 100.000, en Alemania obtiene pronto 150.000 y, en Estados Unidos, alcanza enseguida los 250.000 dólares.

Gracias a los esfuerzos de Yolanda Díaz, entre otros, los inmigrantes llegan a España en busca del salario mínimo y nuestros hijos se marchan por un buen salario medio. Por eso se van.