Si la amnistía no llega hasta octubre, podemos prescindir mentalmente de Puigdemont por un tiempo. Volvemos a la cruda realidad de la vivienda y a la preocupación por la seguridad ciudadana en Barcelona, como apunta el último Barómetro. La ciudad del ingenio muestra la casa desolada de Dickens y los niños del hambre; la realidad socioeconómica se impone. La política se reduce a la presión calculada sobre Sánchez por parte de ERC y Junts y a la ausencia absoluta de oposición, con un PP que ha convertido su argumento en argumentario.

La respuesta de Núñez Feijóo a la fortaleza del PIB español es un callejón sin salida: “el estancamiento del PIB per cápita, a partir de 2008”. Funcas, el prestigioso think tank de investigación económica, recuerda que la riqueza per cápita de un país puede incrementarse cuando el nivel de población es bajo (etapa Rajoy) y crece menos que el PIB global si el nivel de la población sube, como ahora.

En dos años, la población española ha crecido en 1,2 millones de personas (según el INE), gracias al esfuerzo de asimilación -llevado al extremo en Canarias-, a diferencia de Francia y Alemania, pendientes casi de cerrar sus fronteras y ambos económicamente estancados.

La oposición no ofrece un programa macro alternativo; y, cuando lo propone, frente al discurso del cierre de año de Pedro Sánchez, resbala. ¿Dónde están los economistas de contrapeso? Los académicos Juan Ramón Rallo, Manuel Arellano, Sala-Martín, Lorenzo Bernaldo de Quirós, o la mitad liberal de José María O’Kean y de José Carlos Díez, entre otros. Sin debate económico bipartidista no hay vida política y no valen sólo los estoques de sabio en programas de TV. ¿Por qué no entran en juego las dos Cambridges que iluminaron la UE en la crisis de 2008? La derecha liberal tiene a mano la micro y la formación de precios en mercados ineficientes, como la vivienda, pero prefiere el insulto. 

Feijóo no da una desde el 23-J, cuando el PP no pudo contar con el PNV para su investidura a causa de la presencia de Vox en un hipotético tripartito. Ahora vive a expensas de las instrucciones judiciales marcadas por la acusación popular, altavoz de Manos Limpias -amparado en el 125 de la Constitución-, en cualquier causa que se eternice para calvario del justiciable. A Feijóo lo levanta el sesgo de algunos jueces, pero tiembla ante el desgañite de Ayuso defendiendo el modelo suicida de Javier Milei.

Cataluña, por su parte, se adentra en el bosque de Sherwood con Puigdemont colgado de una rama; el silencio de Robin Hood contribuirá pronto al desasosiego, que no consigue superar todavía la lentitud sanadora de Salvador Illa.

Mientras avanza el embate de la justicia prospectiva, el cuadro macroeconómico del ministro Carlos Cuerpo aguanta el choque, bajo el lema de Oxford: Dominus illuminatio mea. A su puerta llama la Brigada Aranzadi y en sus paredes rebota la España de la raza y de la toga.