Pilar Rahola nos deja. No se alarme nadie, no deja este mundo, sino Cataluña. No se alegre nadie, no la deja por siempre, sino temporalmente. La intelectual orgánica del procés, aunque a simple vista se observa que tiene mucho más de orgánica que de intelectual, se va a hacer las Américas, en vista de que aquí cada vez pinta menos. No es que en América pinte más, pero aquello es más grande y es más probable que allí haya quien todavía no la conozca, lo cual le facilita encontrar quien le pague por soltar las naderías habituales que aquí ya no interesan a nadie. Las soltará en castellano, es un suponer, como las suelta al lado de Risto Mejide en no sé qué programa de no sé qué cadena española que, cuando se trata de dinero, no importa la lengua. Pecunia non olet, que dijo aquél.
Cuando la escuché por la radio anunciar que se iba para “repensar el continente”, creí que se refería al suyo propio, cosa de la que me congratulé, porque últimamente la he visto bastante deslustrada. “Quizás sea un primer paso, y más adelante se repiense también el contenido, al que también le conviene una mejora”, dije para mis adentros, con un poso de piedad natural en estas fechas. Sólo después de un rato de escucharla me di cuenta de que no hablaba de ella misma -lo cual me sorprendió por lo inhabitual- sino de temas importantes, y de que el continente no era el suyo, sino uno de geográfico: América.
Con su humildad habitual, aseguró que la han llamado de América para que ayude a “repensar el continente”. Nótese cómo refuta a quienes la acusan de soberbia y ególatra, puesto que no pretende repensar el mundo, a pesar de que sería la persona indicada para ello, sino que se conforma con repensar un simple continente. De proponérselo Pilar Rahola, modificaría en poco tiempo el rumbo de todo el planeta -con sus guerras, sus problemas de medio ambiente, el cambio climático, la hambruna africana y otras menudencias-, pero prefiere dejar que sean otros quienes se arroguen este éxito y limitarse, en cambio, a encauzar debidamente América. Poca cosa para sus capacidades, pero qué quieren ustedes, a esta mujer la pierde la modestia.
El caso es que se nos va y deja huérfanos a los pocos independentistas que todavía lo son, ya ven que con poca cosa se conformaban. Imagino que llamará “exilio” a su aventura transoceánica, desde que Puigdemont hurtó ese nombre para irse al extranjero, no hay independentista que no lo use: en Suiza hay unos cuantos y me cambiaría sin pensarlo por cualquiera de ellos. “Exiliado” lleva camino de convertirse en sinónimo de persona que, sin trabajar mucho, goza de una buena vida en un país extranjero gracias a unos ingresos de los cuales no sabemos nada.
Naturalmente, no revela quién la ha contratado para que lleve a cabo esa tarea, se conforma con decirnos que se trata de un “laboratorio de ideas”. Uno, que no tiene la cultura de Pilar Rahola, no conocía otros laboratorios que los que están llenos de probetas y matraces, en los cuales se inyecta alguna porquería a los ratones a ver qué pasa. Al parecer, los hay también que prefieren experimentar con continentes antes que con ratones, la cuestión es experimentar, que es la función de todo laboratorio: inyectan a Pilar Rahola en un continente, y a ver qué pasa.
Hay que reconocerles a los propietarios de ese “laboratorio de ideas” el amor al riesgo, porque experimentar con Pilar Rahola ya es experimentar, que nos los pregunten a los catalanes, que llevamos décadas sufriendo ese experimento. Ya nos convenía que fueran otros los conejillos de indias, así descansamos un tiempo. Yo, de los pobres americanos, no me fiaría de ningún laboratorio y exigiría que los experimentos en mi continente los hicieran con gaseosa y no con Rahola, que es más tóxica.