Es fama y razón que las industrias farmacéuticas ganan dinero a capazos. Sin embargo, de vez en cuando también sufren alguna que otra cogida.

Un ejemplo lo ofrece el potente grupo barcelonés Ferrer, con cuartel general en el edificio L’Illa Diagonal. Es propiedad del gastrónomo Sergio Ferrer-Salat Serra di Migni.

La empresa viene arrojando beneficios a destajo desde tiempo inmemorial. En su serie histórica es imposible encontrar un ejercicio con déficit, pero en 2023 experimenta un giro copernicano y encaja un quebranto de casi 15 millones.

Se debe por entero al fracaso de un programa de I+D que tenía en marcha sobre la esclerosis múltiple lateral “amiotrófica”.

El naufragio de ese trabajo científico mueve a la dirección a cancelar el proyecto. Semejante decisión entraña unas pérdidas de 30 millones, que laminan los resultados de explotación y colocan a Ferrer por vez primera números rojos.

Esta circunstancia no impide el reparto de dividendo. Se cifra en 3,5 millones, contra los 4,9 del año anterior.

La firma cuenta solo con dos socios. Sergio es titular de casi el 96% del capital, mientras que su hermana Beatriz posee el 4% restante. Beatriz está casada con Rafael Fontana, mandamás del despacho de abogados Cuatrecasas.

FERRER EN CIFRAS (en millones de €)

Año Facturación Resultado
2023 634 -14,8
2022 644 11,9
2021 562 15,3
2020 554 6,2
2019 625 10,2
2018 640 16,6

José Vilarasau, expresidente de La Caixa y tío del dúo fraterno, fue dueño del 1% hasta 2020, cuando lo vende a la propia compañía por 4,2 millones. A sus tempranos 93 años, el legendario y prestigioso banquero sigue hoy como miembro del consejo de administración de Ferrer.

Al margen del desengaño investigador, las actividades del conglomerado se desenvuelven sin problemas dignos de nota. Las ventas rondan los 630 millones, algo inferiores a las del periodo anterior. Casi la mitad de ellas conciernen a las exportaciones.

En el curso del ejercicio liquida sus filiales de El Salvador y Nicaragua por sus nulos resultados, y enajena la de Argentina.

Ferrer abordó tiempo atrás cambios profundos. Cedió su división de medicamentos genéricos a un inversor indio y el renglón químico a un fondo de EEUU.

Desde entonces, centra sus esfuerzos en los productos propios de alto valor añadido, en particular los destinados a usos hospitalarios, que se emplean para combatir las enfermedades del sistema nervioso central y las pulmonares.

Carlos Ferrer Salat, padre de Sergio y Beatriz, funda el consorcio en 1953, de la mano de su primo Jorge Ferrer Batlle. Este último lo dirige durante un par de décadas.

En 1974, Carlos realiza una de las mejores operaciones de su vida. Ficha como consejero delegado a Rafael Foguet Ambrós, que ejercía de director general de la química Cros, predecesora de la cotizada en bolsa Ercros. La gestión de Foguet catapulta a Ferrer al liderato del mercado español en los inicios de los años ochenta.

Con su laboratorio bajo la mejor batuta, el polifacético Carlos Ferrer puede dedicar su tiempo a las patronales Foment y CEOE, que lidera entre los años setenta y noventa, así como al Comité Olímpico Español, que encabeza en 1983.

Su enorme capacidad de trabajo aún le deja tiempo para abordar otros negocios como el financiero, por medio del Banco de Europa, del que es titular. Este va de mal en peor.

Para evitar que acabe como el rosario de la aurora, pide ayuda a su primo Vilarasau, quien le hace el inmenso favor de que La Caixa absorba el Europa, con todos sus agujeros incluidos.

Sergio se ocupa poco del día a día de las medicinas. Sus principales quehaceres son, además de los gastronómicos, la librería Finestres, que posee dos locales, uno frente al otro, en la calle Diputació de Barcelona, amén de la enoteca ubicada en la misma vía. Ambos arrojan resultados deficitarios desde su inauguración.

A la vez, Sergio maneja cuatro fundaciones: Ferrer Talent, Música Ferrer-Salat, Finestres y Ferrer Sustainability. Todas ellas nutren sus haberes de los aportes del negocio del fármaco, que contribuyó el año pasado a su sostenimiento con 9 millones, suma similar a la de los anteriores ejercicios.

Al margen de dicho dispendio recurrente, el grupo afronta otro inesperado. La Agencia Tributaria le revisa el impuesto de sociedades y el IVA, y en 2023 le propina varias actas fiscales. El expediente se finiquita con el pago de 5,2 millones entre cuotas, sanciones e intereses.

En todo caso, la corporación Ferrer puede ufanarse del balance de sus más de siete décadas de existencia fecunda. Se resume en un patrimonio y unos activos copiosos, cuyo importe alcanza los 260 y 720 millones, respectivamente.