Con razón el escritor Amin Maalouf dice que el mundo es un barco sin capitán. Al ver a Pedro Sánchez y a pocos de los suyos celebrando el Congreso del PSOE con el puño izquierdo (el trotsko) levantado, a un socialdemócrata moderado se le encoge el corazón. No es momento de aislar a la izquierda, y menos cuando el tema central del Congreso, la financiación autonómica, pasa casi desapercibido. Sánchez espolea a sus barones en busca de ganadores, mientras Castilla-La Mancha y Cataluña le hacen el trabajo.

La singularidad fiscal pactada entre el PSC y ERC se amplía con la aplicación de la “multilateralidad” en el endeble federalismo español y sale reforzada con los sellos de Salvador Illa y de García-Page, el billar a dos manos del president de la Generalitat encuentra eco en la sibilina oposición sociata de Page. El primero, como el gran visir del sultán, esgrime los papeles de Samarkanda -en la novela de Maalouf-, y evita que el preciado documento se pierda en el triste destino del Titanic.

Page acepta un final inesperado, pero muy pertinente. Ya se sabe que, en España, la territorialidad de tantos desamores acaba bien cuando se trata de dinero. Si la propuesta consiste en mejorar los recursos de las autonomías para fortalecer los servicios públicos, todo el mundo está de acuerdo. La artificiosa nación dividida se queda al margen; pertenece al mundo metafísico, el deporte de la oposición, capaz de convertir el debate político en un reguero de locuciones hostiles a la convivencia.

El calado federalista del PSOE en Sevilla choca con la irrupción de la cumbre del odio, celebrada en el Senado por la Red Política de Valores, exhibiendo brotes del Paleolítico superior. La Red defiende postulados en contra de la interrupción del embarazo, compara el aborto con la esclavitud y considera que la homosexualidad es una enfermedad curable, argumentos que conculcan derechos reflejados en el marco legal español. Todo ello en el Salón de Plenos del Senado, la cámara territorial, humillada y malbaratada por el vandálico descaro medieval de la extrema derecha transatlántica. Mayor Oreja se lleva la palma del pleistocénico encuentro dando una lección de negacionismo científico.

Y mientras la broma de mal gusto corroe las arterias del sentido común, la política real señala al Consejo de Política Fiscal y Financiera como órgano de discusión de la reforma de la financiación. Esta senda salva a Sánchez -rodeado de frentes jurisdiccionales- y toma cuerpo en sintonía con los diferentes estatutos de autonomía. Una vez más, el presidente-Ícaro sale volando de su laberinto.

La brisa se abre paso, después de un noviembre tormentoso. El pacto federal de Sevilla revive el humor del Club de las Españas de los liberales de Cádiz, protegidos hoy bajo el manto de Bernardo de Quirós, referente cáustico de los conservadores. Todo coincide, además, con el premio Internacional que recibe Maalouf en Barcelona por su bella invención literaria y el rigor pesimista de sus ensayos. Es tiempo de imaginación y realismo, la dualidad del escritor de origen libanés, que preside la Academia Francesa y hunde sus raíces en la tolerancia.