Ya me disculparán la autocita, pero en marzo de 2024 escribí (¿Fracaso del bitcoin o ridículo del BCE?) que la famosa criptomoneda alcanzaría a finales de año o principios de 2025 los 100.000 dólares. Tras la victoria del republicano Donald Trump, el bitcoin (BTC) se disparó, rozando ese objetivo, que pronto acabará rebasando para ir a buscar un nuevo máximo histórico.



En el citado artículo explicaba las razones principales del éxito de la criptomoneda, y criticaba la cerrazón de los responsables del Banco Central Europeo que siguen repitiendo que el BTC no vale nada y se trata cuanto menos de un timo. A principios de este año, la Comisión de Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC) aprobó los ETFs en ese activo, lo que supuso un espaldarazo institucional muy importante, una inversión que en Europa no es posible por la obstinada beligerancia del BCE.



Tras casi tres lustros de existencia, la criptomoneda lanzada por la figura desconocida de Satoshi Nakamoto es una historia de éxito, pese a que es muy volátil, lo que puede hundir el valor coyunturalmente dentro de una dinámica de largo plazo muy alcista. 

Nadie conoce el futuro, y tan absurdo es seguir denostando el BTC como depositar una fe infinita como fuente de riqueza. En cualquier tipo de inversión, la prudencia es un principio siempre aconsejable. Ahora bien, en los próximos años hay dos razones para pensar que va a seguir subiendo, seguramente como mucha fuerza. La primera es la crisis de deuda a la que se enfrentan casi todas las economías.



El dinero Fiat, es decir, que no está avalado por nada más que por la confianza que merece su emisor, a diferencia de cuando las monedas se regían por el patrón oro, son una auténtica estafa para los ahorradores. La devaluación del valor del dinero a causa de la inflación es brutal.



Además, en el corto plazo, en Europa la situación es muy delicada, con Francia y Alemania en crisis, tanto política como económica. La prima de riesgo gala es superior ahora mismo a la española e incluso a la griega. El euro puede sufrir mucho si los veintisiete no controlan el déficit público y la Unión Europea no sanciona a los países incumplidores por temor a un aumento del eurorechazo.



Otra señal de la debilidad monetaria es que los bancos centrales están acumulando ingentes cantidades de oro, sobre todo China, por si se desata una crisis financiera y de deuda mundial. Este escenario explica la fuerte alza que en 2024 han experimentado los precios de los minerales como el oro y la plata. 

La segunda razón para pensar que el BTC, que actúa como un oro digital, va a seguir subiendo, es que está cerca de convertirse en un activo estratégico. El próximo inquilino de la Casa Blanca ha propuesto que la Reserva Federal cree una reserva de un millón de BTC, lo que equivaldría a acumular un 5% del total de esta criptomoneda, limitada a 21 millones.



Si los Estados Unidos dan ese paso, le seguirán inevitablemente otros estados, como Brasil, que ya lo está discutiendo en su parlamento, e incluso se lo pueden plantear gobiernos regionales y locales, como ya es el caso de Vancouver, cuyo alcalde ha anunciado que el consejo municipal discutirá la semana próxima la creación de una reserva estratégica en BTC a fin de “diversificar las reservas financieras, reducir la dependencia de los activos tradicionales, promover la estabilidad económica a largo plazo, y convertir a la ciudad en amigable con los criptoactivos.”

En definitiva, a las virtudes intrínsecas del bitcoin que ya expliqué en aquel artículo, se añaden ahora dos circunstancias que se entrelazan. El imparable crecimiento del déficit público tanto en Europa como Estados Unidos, pues Trump tampoco va a reducir la deuda por mucho Elon Musk recorte algunos gastos de la administración norteamericana. Y, seguidamente, el hecho de que el BTC está destinado a convertirse en un activo estratégico para los propios Estados frente a la inflación, la crisis de deuda y la depreciación del dinero.