Semanas después de que la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos, conocida como SEC, aprobase los fondos cotizados (ETF) de bitcoin, desde el Banco Central Europeo se insistía, en una nota firmada por Ulrich Bindseil y Jürgen Schaaf, dos figuras de referencia de la institución, que se trata de un activo cuyo “valor razonable sigue siendo cero”. Según ellos, ha fracasado como medio de pago y resulta inadecuado como inversión.
La andanada contra el bitcoin no es nueva, aunque esta vez suena aún más ridícula. El BCE lleva años manifestándose en contra, sosteniendo que es solo especulación, y que repite los esquemas de otras burbujas catastróficas, como la siempre tan citada de los tulipanes holandeses del siglo XVII. En medio de un rally tan espectacular como el que está viviendo el bitcoin desde principios de año, la crítica sorprende por su ferocidad y un vaticinio terrible sobre las consecuencias para la sociedad del nuevo ciclo de éxito de la criptomoneda, que acabará sin ningún margen para la duda, afirman los dos economistas del BCE, derrumbándose como un “castillo de naipes”.
Tres son las tesis que sostienen la crítica, en parte de moral sansimoniana, al bitcoin: ha fracasado como medio de pago, blanquea actividades ilícitas, y daña al medio ambiente. A primera vista, pueden parecer ciertas, pero cuando se analizan con atención, lo son de forma muy parcial, y en realidad ninguna aborda la razón de su enorme éxito, su fortaleza y utilidad.
Primero, la criptomoneda lanzada en 2009 por Satoshi Nakamoto, un pseudónimo cuya identidad se desconoce, no está diseñada para ser usada como moneda corriente, y los intentos que ha habido hasta hoy para oficializar su uso en países como El Salvador han fracasado. Ahora ya ni el visionario Elon Musk acepta el uso de bitcoin en la compra de vehículos Tesla. En realidad, es imposible que sea un medio de pago, como le critican por no haberlo logrado, hasta que su valor no se estabilice, y para eso falta mucho, si es que llega a ocurrir nunca. No lo creo. Es errar el tiro. Su utilidad, el interés para acumular bitcoin a largo plazo es como reserva de valor.
Para expresarlo de forma gráfica, el bitcoin es el equivalente a un oro digital con dos ventajas importantísimas sobre el preciado metal que le auguran un éxito espectacular, hoy imposible de imaginar. Es antiinflacionario. Se ha programado para que solo existan 21 millones de bitcoin, ni uno más, y cada cierto tiempo se reduce a la mitad el número de monedas que se ponen en circulación (es el famoso halving, que toca este año, y que en parte por eso su precio se ha disparado tanto en 2024). Con el oro, en cambio, es diferente. Cada año su volumen crece un 4%. Mientras haya minas de donde seguir extrayendo el metal, la cantidad seguirá creciendo en el mundo.
Así pues, la naturaleza antiinflacionaria del bitcoin es su mayor fortaleza, también frente a las monedas nacionales, que se devalúan por la inflación, mientras los bancos centrales emiten cada año cantidades ingentes nuevas de dinero. La segunda ventaja es que resulta muy difícil de confiscar por los Estados. No solo es un bien intangible, sino opaco para el fisco, aunque ahora con los ETF cambia un poco. Que la SEC norteamericana haya dado ese espaldarazo supone su plena institucionalización y, al final, poco o mucho, todos tendremos exposición a ese activo a través de fondos de renta variables.
La segunda crítica del BCE es que el bitcoin se utiliza para blanquear actividades ilícitas. Cierto, pero reducirlo a eso es excesivo e injusto. Mientras los Estados consientan la existencia de paraísos fiscales y otros instrumentos financieros para evadir el pago de impuestos, cargar contra el bitcoin es hipócrita. Lo mismo podría decirse de otros activos, desde el oro hasta las obras de arte, etcétera. La última crítica es el altísimo coste energético para minar bitcoin, lo que también es verdad, solo que ya vamos un poco tarde. De los 21 millones solo faltan por desenterrar una parte pequeña, cerca de 1.800.000 bitcoin, y el proceso no se completará hasta el año 2140 por los sucesivos halving. Además, la energía para alimentar las potentes computadoras puede ser de origen renovable.
Al cierre de este artículo, el bitcoin vale 70.500 dólares, y días atrás había alcanzado un nuevo máximo histórico. Es muy posible que, a final de año o principios de 2025, supere los 100.000 dólares. El bitcoin puede retroceder bruscamente, pero siempre ha hecho mínimos más altos y máximos cada vez más altos. Su gráfico histórico es claramente alcista, y hoy capitaliza más dinero que la plata. Es el octavo valor más valioso del mundo, muy cerca ya de Google. No hay pues fracaso del bitcoin, sino un ridículo impenitente del BCE, incapaz de entender este nuevo activo refugio.