La ordenanza de circulación del Ayuntamiento de Barcelona da pasos adelante para poner coto a determinadas prácticas incívicas de los usuarios de patinetes y bicicletas. Falta la luz verde definitiva, pero el equipo de gobierno municipal ha logrado la adhesión de ERC y comunes para perseguir excesos de velocidad, conducción sin casco y otras irregularidades que convierten el pilotaje de patinetes y bicicletas en un malestar crónico para los peatones.
De todos modos, los retoques diseñados por el equipo de movilidad de Barcelona se antojan insuficientes. Quizás la moderación en los cambios de la ordenanza responda a la necesidad de seducir a los socios necesarios para aprobar la medida -unos aliados que nunca han exhibido ningún atisbo de mano dura contra los excesos en la nueva movilidad- pero las restricciones que ahora figurarán en el nuevo texto seguirán con la incógnita de si lograrán un cumplimiento efectivo. Las multas oscilarán entre los 100 y 500 euros, y ahí entramos en el terreno de los misterios sin resolver: ¿logrará el Ayuntamiento que los que no lleven casco, circulen por la acera y corran por encima de los límites paguen las sanciones?
La ineficacia en el cobro de las multas relacionadas con el incivismo ha sido el talón de Aquiles del consistorio. Veremos si las infracciones de la ordenanza de la circulación para patinetes y bicicletas entran en el control inapelable que sufren los vehículos a motor, los denostados automóviles, y las proliferantes motocicletas. Si la Administración no coloca al mismo nivel de exigencia el cumplimiento de las normas tanto si conduces un coche o si manejas el manillar de un patinete seguiremos permitiendo la peligrosa e insultante doble vara de medir.
Además de perseguir con nitidez los aspectos que se destacan en la reformada ordenanza de la circulación hay elementos que no se especifican, pero que también hay que exigir su cumplimiento. Se trata de la obediencia de las señales de tráfico y de los semáforos. Hay que poder identificar a esos nuevos vehículos, deben tener con urgencia un seguro obligatorio, y hay que perseguir esas conductas incívicas con sistemas que garanticen el cobro de las sanciones. O se saca la Guardia Urbana a la calle con los colmillos afilados o la jauría de patinetes sin control por las calles se multiplicará. No hay otra solución. O sea, la misma que cuando una cámara empapela a un automóvil cometiendo una infracción.
Quizás el equipo de gobierno del Ayuntamiento tema que si se pone demasiado quisquilloso con los despreocupados patinetistas los partidos que ahora le han apoyado lo dejarán en la estacada. Sería un error ese planteamiento, porque si no intervienen serán los ciudadanos que han hecho alcalde a Collboni los que lo dejarán fuera de combate. Actuar con firmeza les hará un favor a los peatones y si para ese asunto el Ayuntamiento recaba el apoyo de otros partidos que no están habitualmente en su radar de pactos, mejor todavía, en aras de una buena gestión basada en la transversalidad.