Cuando Units per Avançar se fundó en junio de 2017 nadie daba un euro por ellos. Los democristianos de Duran i Lleida se rompieron en pedazos tras las elecciones de 2015, en las que cosecharon 100.000 votos, un 2,53%, y se quedaron fuera del Parlament. Una mayoría consideró amortizada a la corriente democristiana. El partido se rompió, pero no desapareció el catalanismo humanista, democristiano y europeísta. En eso creyó Ramon Espadaler y un reducto de fieles que no escuchó los cantos de sirena de muchos que hoy son un recuerdo en la polìtica catalana, ni siguió los pasos de alguno de los que hoy están en la corte de Puigdemont tras unos años de servilismo en Waterloo. Como Antoni Castellà, quien, visto lo visto, pasó por Unió como quien comete un error de juventud.

Ramon Espadaler intentó unir a este espacio politico y fracasó en el intento. Albert Batlle iba a ser el cabeza de vista para las eleccions de 2021, aglutinando a muchos grupos que hicieron bueno aquello de "pueblo pequeño, infierno grande". No hubo forma de poner de acuerdo a grupúsculos y a iluminados de todo tipo, que preferían su reino de taifas aún a costa de desaparecer. Y al final desaparecieron, víctimas de sus propios errores y aires de grandeza. El Pdecat es el mejor ejemplo.

Todos fracasaron, pero Units siguió en pie de la mano del PSC. No han faltado voces en las filas socialistas que han renegado de la formación, sobre todo cuando las cosas iban bien, mientras que cuando caían los chuzos de punta eran bienvenidos. Pero Salvador Illa y Jaume Collboni han hecho caso omiso, y su alianza con Espadaler y Batlle se ha mantenido. Hoy el primero es conseller y el segundo sigue lidiando con la seguridad en Barcelona, un hueso duro de roer ahora y no digamos ya en época de Colau.

Hoy Units vive un momento dulce, y los que otrora despotricaban de su participación con el PSC se acercan a los socialistas y a Illa recalando en varias consellerias. Pero los democristianos lo tienen claro. De integración en el PSC nada de nada. "Somos como somos", vino a decir Espadaler en el último cónclave del partido, consciente de que ganan mas juntos que revueltos. Porque el espacio político sigue vivo, sigue ahí, esperando un nuevo liderazgo alejado de las veleidades de Junts, que, dicho sea de paso, también trata de ser atractivo en este segmento conservador, enterrando los aspavientos de "CUP de derechas" que ha jalonado estos años.

El govern de Illa puede durar, pero no depende solo de él. Los socios ahora necesitan rearmarse, pero harán sudar la camiseta al ejecutivo y quién sabe si forzarán nuevas elecciones. Será en ese momento cuando Units tendrá un papel decisivo para demostrar si es capaz de atraer este voto moderado que sigue huérfano y que huye del independentismo utópico. Son necesarios hoy, cuando ayer nadie les daba credibilidad, y ese es el éxito de Units. Veremos si en el futuro avanzan electoralmente.