Woodrow Wilson. Fue presidente de Estados Unidos entre 1913 y 1921, vivió el periodo de la primera guerra mundial y, después de la devastación que Europa había vivido y sufrido, propuso la constitución de una Liga de las Naciones destinada a prevenir futuras guerras. Con un mensaje claro: era necesario “hacer del mundo un lugar seguro para la democracia”.

Entre los países vencedores del conflicto y el Senado estadounidense, unos descafeinaron la idea y el otro rechazó la adhesión. Veinte años después se declaraba la segunda guerra mundial. Con millones de muertos en toda la superficie de la tierra, nadie se atrevió a impedir la creación de las Naciones Unidas. Organismo que reflejó en su gobierno el nuevo referente de la paz mundial, Estados Unidos.

La carta de constitución se firmó el 25 de junio de 1945 en San Francisco, con cuatro principios básicos: universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad de los derechos humanos. Estados Unidos se erigía como promotor e ideólogo de este organismo multilateral, que tenía (¿y tiene aún?) como objetivo mantener la paz y la seguridad internacional.

Mal vamos si después de 70 años se le niega la entrada a un país al secretario general de Naciones Unidas, y se ataca a los Cascos Azules, cuerpo militar de Naciones Unidas, para intermediar en zonas de conflictos. Ante lo que está ocurriendo, la reacción de la sociedad, o más bien la mal llamada comunidad internacional, es manifiestamente mejorable.

Se están enquistando conflictos que nadie dice querer y parece que nadie tampoco puede (o quiere) pararlos. Podríamos elucubrar sobre el provecho que algunos países obtienen del mantenimiento de los conflictos armados, pero lo que es cierto es que actualmente el foco se sitúa en Ucrania, Israel, Oriente Próximo… y ya se intuye que mañana será Taiwán y vendrán otros más.

Pero volvamos al cometido de una alianza como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y las razones o las causas que han generado la devaluación de los organismos multilaterales, planteados inicialmente como garantes de unos marcos de protección y seguridad internacional indiscutibles.

La Administración Trump bloqueó los presupuestos de Naciones Unidas, saltándose el escrutinio del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas conforme al derecho internacional y la Carta de la ONU, marcando un revés notable al reconocimiento de este organismo y su valor.

¿Cómo y por qué han pasado los EEUU de erigirse en garantes de un orden internacional a ser una nación ligada a intereses que hacen retroceder de manera clara el acervo multilateral construido durante décadas? El derecho internacional está siendo ignorado sistemáticamente, y augura un marco jurídico global que cualquier gobierno sátrapa puede desmontar sin miramientos.

Si la resolución de los diferentes conflictos que surgen en la tierra tiene como única solución viable la utilización del músculo militar, vamos mal y podemos ir a peor.

Europa no puede quedar impasible ante la lógica militar. Pero Europa está bloqueada, no hay una postura común de los 27 Estados que la conforman y, es más, algunos mantienen posiciones ambivalentes ante un conflicto que ahonda en la historia que nos ha marcado profundamente.

Europa sabe y debería rememorar lo que ya ha vivido a lo largo de los siglos: que el conflicto con sangre no resuelve las diferencias. Estas luchas acostumbran a enquistarse, y tarde o temprano reverdecen. No permitamos que se pierda el tiempo de la diplomacia. Apostemos por la diplomacia constructiva que resuelva los litigios enquistados, nos jugamos más de lo que pueda parecer a priori. Las guerras siempre empiezan por excusas que no justifican el desastre posterior. Gaza y Ucrania son dramáticos ejemplos.