La fotógrafa rusa Alisa Sibirskaya muestra, en Belleza furtiva (Fundación Vila Casas), la estrecha separación entre la vocación y el delito; y la línea se hace especialmente angosta, después del ridículo previsor de Mazón en Valencia.

La mezcla trumpista entre el país ensangrentado del que habla Abascal y el anuncio del PP de crear una autoridad frente a la catástrofe con siete ministros del Gobierno a su cargo confirma el poder intimidatorio de la derecha. Y, ante ello, la izquierda se arrumba.

En lo territorial, el PSOE arrastra los pies. En el terreno de la economía, las intenciones del Gobierno se detienen ante el tope factual de las grandes corporaciones.

Es el caso del impuesto especial a las energéticas detenido por Josu Jon Imaz y Antoni Brufau, al frente de Repsol, con la amenaza de que el tributo provocaría una deslocalización de la inversión de la petrolera. 

El país ha cambiado desde la OPA fracasada de Gas Natural sobre Endesa, en 2005. En aquel momento, la resistencia del lobi eléctrico les ganó la partida a los manágeres de la empresa gasista, los mismos Brufau y Josu Jon que hoy han exigido, desde Repsol, la retirada del impuesto especial.

Entonces con Zapatero en la presidencia, el Gobierno era favorable a la OPA de Gas Natural (la actual Naturgy), mientras que Endesa impidió la operación. Veníamos del 11M de 2004, el atentado islámico que Aznar atribuyó a ETA durante años.

Veníamos del barro y volvemos al barro, durante este “2024 que tiene dentro un 2004” (como dice Enric Juliana). Pero las tornas han cambiado.

Los manágeres, que en su intento contaban con el apoyo del mundo socialista, hoy se enfrentan a Sánchez por el impuesto especial. En aquella OPA, CiU apoyó a Gas Natural, mientras que ahora el aliado de Repsol ha sido Junts. Nacionalismo y soberanismo son derechas concomitantes.

La izquierda ha perdido peso a la hora de mover los grandes intereses; se olvida de influir en el núcleo movedizo de la clase dirigente. Está fuera de órbita en los foros económicos de referencia; hoy recibe duras críticas del Círculo de Empresarios de Madrid (altar liberal de los Nin, Oriol, Azpilicueta o Espinosa) y no cuenta con el apoyo de antaño por parte del Cercle d’Economia, con una junta directiva actual (Guardiola, Nadal) que desaprovecha a sus miembros más brillantes, como García-Milá, Vives, Quiroga, Gual y Hernández de Cos, defensores de los puentes regulatorios en los mercados eficientes. Ellos son la savia intelectual del foro al que contribuyeron en su día Estapé y Lluch y que, más tarde, relanzó Antón Costas.   

La foto de Mazón y Javier Negre expresa la magnitud de la tragedia política provocada por la DANA. Cuando el presidente de la Generalitat de Valencia, con un pie en el estribo, y su amigo, el periodista ultra especialista en bulos, se dan palmaditas en la espalda, la derecha se rompe, como se rompió con el Prestige o el 11M.

La ofensiva final de los duros –el zurrón de Ayuso, Aznar y MAR– es proporcional a la debilidad en la coalición de Sánchez, con unos compañeros de viaje cuyos líderes desaparecen (Podemos y parte de Sumar) o traicionan la esencialidad que pregonan (Errejón).