La reciente DANA que ha azotado a Valencia nos deja una lección imborrable sobre la vulnerabilidad de nuestras ciudades y la imprescindible necesidad de una preparación adecuada para afrontar desastres naturales.
La tecnología, el conocimiento y, sobre todo, la coordinación eficiente entre entidades públicas, privadas y la ciudadanía son la única respuesta eficaz ante estos fenómenos.
La DANA en Valencia, con sus innumerables fallecidos y afectados por las inundaciones y destrozos, nos recuerda en muchos sentidos las lecciones que debimos haber aprendido de la pandemia: ante estas crisis, lo primordial siempre son las personas.
Frente a este tipo de eventos, necesitamos una actuación coordinada de respuesta liderada por profesionales en emergencias que utilice las infraestructuras, las herramientas tecnológicas y el conocimiento especializado, así como toda la ayuda disponible.
Los avances tecnológicos pueden ayudar mucho al abordar estas crisis tanto en la previsión como después. En situaciones como las de Valencia, por ejemplo, la geolocalización o los drones equipados con cámaras térmicas o tecnología para detectar sonidos son herramientas eficaces para localizar a personas aisladas o atrapadas en áreas inundadas, mientras que las comunicaciones satelitales pueden garantizar la conectividad de los equipos de rescate y la localización de personas incluso cuando la infraestructura tradicional falla.
Un aspecto que se ha evidenciado en Valencia es la importancia de contar con profesionales experimentados al frente de la respuesta. En situaciones de crisis, las decisiones deben estar en manos de quienes tienen el conocimiento y a los que se debe dar la capacidad de actuar rápidamente.
La UME, los bomberos, equipos de protección civil y expertos en desastres naturales saben cómo gestionar las inundaciones, coordinar rescates y trabajar en entornos de alta presión. La rapidez y la eficacia con la que se movilizan estos equipos y se ofrece asistencia en zonas afectadas marca la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas.
La magnitud de la catástrofe demanda, además, un gran despliegue de recursos de todo tipo y la colaboración a todos los niveles y con todo el mundo. Empresas con capacidades logísticas pueden desempeñar un papel crucial en el suministro de alimentos, agua potable, electricidad y en la retirada de escombros.
La propia ciudadanía hemos visto cómo ha marcado la diferencia. Tras los daños causados por la DANA, Valencia necesita reconstruir familias y comunidades enteras además de la infraestructura urbana, pero también la confianza en nuestra capacidad de respuesta.
Los valencianos necesitan que todas las entidades implicadas trabajen de manera coordinada sin ningún objetivo más que mitigar el efecto de la DANA, y sin que se demore la ayuda de la comunidad internacional o la cooperación con otras regiones de España si fuera necesario.
Si algo nos enseñó la pandemia, es que la dimensión de la tragedia es tal que cualquier ayuda puede ser muy eficaz cuando se gestiona adecuadamente.
Después de estos días de solidaridad, debemos resaltar la importancia del conocimiento y el esfuerzo de la ciudadanía. La voluntad de ayudar de las personas y la profesionalidad de los equipos desplegados en Valencia has sido evidentes.
Lo que se necesita en estas situaciones es un liderazgo claro basado en el conocimiento y una coordinación que canalice esa solidaridad. La reconstrucción no se limita al rescate inmediato; requiere planificación, recursos y compromiso a largo plazo, y esto solo se consigue si todos los actores –sector público, privado y sociedad civil– se alinean con un objetivo común.
La DANA nos han mostrado que vivimos en un entorno vulnerable, y que solo con organización, conocimiento, profesionalidad y solidaridad podemos hacer frente a la adversidad. Es momento de aplicar las lecciones aprendidas y ante una tragedia como esta, la única solución es la de coordinar recursos, ayudar a las personas afectadas y trabajar juntos para reconstruir.