Dicen que el caso Íñigo Errejón es una bomba en Sumar. Creo sinceramente que se equivocan. Es una bomba de racimo que afecta a toda la izquierda. A Sumar los deja trinchados y con las tripas al aire poniendo el liderazgo de Yolanda Díaz no en cuarentena, sino en mortaja y sin embalsamar. Al partido lo deja abierto en canal en plena guerra civil para repartirse la migajas que quedan. Si el último CIS los dejaba en 12 diputados el próximo será para llorar. Izquierda Unida moviéndose para tener más protagonismo después que los dejarán compuestos y sin novia. Los socios territoriales como Compromís y Xunta Aragonesista preguntándose que hacen ellos en un sitio como ese. Y los Comunes viendo como son víctimas colaterales y que no saben cómo sobrevivir y más con una Colau que ha puesto pies en polvorosa, aunque lleva tiempo dedicada a sus menesteres.
La fotografía todavía se agrava más con un Podemos agitando las aguas turbulentas y afinando sus dardos contra Yolanda. No es baladí que la acusaran de saber de las tribulaciones de Errejón desde hace un año y de no hacer nada. La bomba de racimo hace su efecto y solo gana Pablo Iglesias que ve como sus "enemigos íntimos" se hunden en el fango y que el gobierno de izquierdas no podrá reeditarse, por lo que aspira a volver a ser el "pinyol" de una izquierda que piensa que contra la derecha se vive mejor.
La bomba de racimo también toca al PSOE. No porque le afecte directamente sino porque el caso Errejón es un arma tecnológica de primer nivel para la guerra cultural de la derecha. Pero la bomba sigue estallando. Según Cristina Fallarás -periodista propuesta en su día por Pablo Iglesias para el Consejo de RTVE- se conocerán más casos que afectan a todos los grupos parlamentarios. Pánico escénico inmediato. El primero Feijóo y su alcalde de Algeciras acusado en redes sociales. Pero más pánico si los hongos explosivos aparecen en el Congreso de los Diputados.
¿Tienes alguna duda?, me decían estos días en el Congreso. Allí los rumores, los dimes y diretes, que hace meses corrían a media voz ahora van en voz alta. Nadie se fía ni de su sombra, pero el mal está en el origen, en el que se autoproclamó portavoz de la nueva masculinidad y luego se erigió en víctima del heteropatriarcado. Es el cinismo hecho realidad que deja tocada a su formación -la próxima semana saldrán encuestas y veremos la magnitud de la tragedia en España y en la Comunidad de Madrid- pero deja a la izquierda en fuera de juego con una desmovilización que, sin duda, tendrá efectos electorales.
La reacción de Sumar me parece sumida en la perplejidad. Nadie sabe qué hacer porque en estos casos hacer es dimitir y eso es muy duro. Esta semana Yolanda Díaz dio la cara pero no estuvo convincente y el fuego amigo se encargó que lo estuviera menos a medida que pasaran los días. Más Madrid, su rueda de prensa fue lo más parecido a un funeral. Los Comunes se han puesto de perfil pensando que si están de lado la bomba de racimo no les afectará. ¡Cuan equivocados están!
Algunos optimistas piensan que sin Errejón y sin Díaz -todo se andará- la posibilidad de regenerar el espacio a la izquierda del PSOE sería posible incluso con Podemos. Cierto porque no estarán los que hacen imposible el acuerdo, pero demasiados gallos para tan poco corral. El PSOE también mira esperanzado esta posibilidad porque para los socialistas es necesario que su izquierda goce de buena salud. Muchos de sus votantes no votarán jamás al PSOE y rotos, divididos y desnutridos tampoco atraerán a sus votantes fieles. El PSOE podría incluso ganar algunos diputados ante los efectos de la bomba de racimo pero a todas luces insuficientes para conservar el gobierno. Hoy más que nunca es necesario que la actual mayoría cierre un acuerdo de presupuestos y para eso Junts es fundamental. En estos días han estado muy callados. A saber si la bomba de racimo llega a sus filas.