Coletazos del procés: la fiscalía niega que la amnistía pueda aplicarse al caso de Santi Vila, o sea a las reiteradas desobediencias contra la devolución, dictaminada por la autoridad judicial, de los bienes del monasterio de Sijena, que estaban en el museo de Lleida y en el MNAC, a su legítimo propietario; que es la Comunidad de Aragón, como sabe, y sabía entonces, cualquiera con un poco de honestidad intelectual, por más que algunos, como el propio Vila, se empeñasen interesadamente en enturbiar las evidencias con argumentos bizantinos que velaban la xenofobia.

Pero, vamos a ver, ¿cómo vamos a devolver a esos maños palurdos estas joyas que desde hace tanto tiempo obran en nuestro poder, y que si todavía existen es gracias a lo bien que las supimos traer acá, restaurarlas y conservarlas?... ¿Dónde van a estar mejor esos vestigios del pasado que aquí, en Cataluña, donde sí sabemos respetar el patrimonio cultural?

Esto es lo que pensaban en la Generalitat y lo que difundían sus leguleyos y sus terminales de agitprop, aunque se revistiese con argumentos bizantinos y poco plausibles de carácter histórico, jurídico, testamentario, sentimental y de conveniencia práctica. El tema de la devolución de los bienes de Sijena a Sijena se vendió en Cataluña como un expolio y un agravio más de la pérfida España, de cuya indeseable tutela en seguida nos íbamos a liberar.

El señor Vila, conseller de Cultura de la Generalitat durante aquellos años de infatuación separatista –por no llamarlo de enajenación colectiva– de 2016 y 2017 que desembocaron en el golpe de Estado de Puigdemont-Junqueras, se negó de manera pública y contumaz a cumplir el dictamen judicial. No quería exponerse a que los suyos, los convergentes, le llamasen blando y timorato.

Tuvo que ir un furgón de la Guardia Civil a Lleida a llevarse las obras entre los abucheos e insultos de una multitud, buena parte de cuyos componentes jamás habían entrado en el museo ni han mirado una talla románica o gótica en su vida (¡estando Pornhub!), pero es que era cuestión de principios.

De ahí los actuales problemas –nos los contaba ayer aquí Albert Martínez– del exconseller, personaje que acabaría siendo detestado por los fanáticos porque se bajó en marcha del tren de la independencia, justo a tiempo, en el último momento, antes de que descarrilase, y porque gracias a eso y a su actitud sensata en el juicio a los golpistas se libró de ingresar en la cárcel.

Pero ni esos que le detestan podrían negar que Santi Vila es un hombre culto e inteligente, que sabe argumentar y expresarse con elegancia y locuacidad. Tiene gracia que ahora, tras alejarse de su antiguo amigo Puigdemont y acercarse discretamente a los socialistas, sea un alto cargo del ayuntamiento, o sea que esté en sintonía y a las órdenes de Jaume Collboni.

Les vi a los dos, hace ya muchos años, hablando en público sobre la situación y las perspectivas de la cultura en el CCCB. Habló primero el actual alcalde, manejando cuatro tópicos y frases hilvanadas, tan mal performer que me hizo sufrir por él, y encima me tuve que morder los labios, porque luego Vila, el convergent, le dio un baño discursivo, mostrando una desenvuelta superioridad en la materia.

Claro que para medrar en política no basta con la elocuencia, también se precisan otros atributos, como se demuestra en el caso de nuestro alcalde, y también, ay, en el del mismo Vila. Al cabo de poco tiempo tuve ocasión de volver a escuchar a éste en la sede de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, en la calle del Bisbe caçador, en la bonita ceremonia en que se incorporaba a la institución, harto merecidamente, Sergio Vila-Sanjuán. Vila estuvo a su nivel: estupendo.

Ahora el fiscal argumenta que nada tienen que ver con el procés, y por consiguiente no pueden acogerse a la amnistía, los delitos de desobediencia y usurpación en los que presuntamente incurrió Vila cuando se empeñó en desacatar las órdenes judiciales y no devolver el patrimonio de Sijena.

Hombre, la amnistía de los delitos relativos al proceso independentista es una vergüenza democrática, una burla de la ley, sin duda; pero, puesto que se da, puesto que es un hecho que los mayores criminales y arruinadores de Cataluña quedarán impunes, es obvio que debería incluir, además de los camorristas de las calles y de los maquiavelos de salón, a Vila: el desacato del que se hizo culpable no fue más que otra manifestación, otra supuración, y no de las más graves, de aquel ruinoso capricho y desaguisado con su violencia de baja intensidad.

Tampoco tardar siete años en dictar sentencia parece honrar a la justicia. El señor Vila se ha enmendado, progresa adecuadamente en su reinserción en la legalidad, se ha apartado de los delincuentes y tiene un buen trabajo, que no cabe duda de que cumplirá con eficacia. ¿Y ahora precisamente hay que inhabilitarle? Yo, si estuviera en su piel, señor fiscal, pasaría página –locución, por cierto, muy de moda–.