Algo habrá que hacer con Comín, una vez ha quedado claro que lo de vivir del sueldo de eurodiputado era solo un sueño y los sueños, sueños son. De algo tendrá que vivir este hombre que no tiene ni oficio ni beneficio, no podemos permitir que muera de inanición, sería un cargo sobre nuestras conciencias.
Tampoco podemos esperar que Puigdemont siga alojándole y alimentándole, se ha demostrado sobradamente que el expresidente fugado se libra sin contemplaciones de quienes ya no le son útiles, y bien poca utilidad tiene ya Comín, si es que alguna vez la ha tenido. Sería bueno que entre todos buscáramos una solución a las penas de este chico, si no queremos verle mendigando por las calles de Waterloo, lo cual sería una vergüenza para todos los catalanes.
Yo, cuando voy de viaje al extranjero y me encuentro en una esquina a un mendigo catalán -se les reconoce por el lazo amarillo desgastado-, me da la impresión de que quienes estamos implorando caridad somos todos los catalanes, así de solidario me siento con las cosas del parné. No quisiera tropezar con Toni Comín sentado en el suelo y con la mano extendida junto al Atomium, el día que por fin me decida a visitar Bélgica.
Tras el varapalo que le ha propinado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, desestimando su recurso por no reconocerlo como diputado en 2019, nadie sabe cómo podrá llenar la despensa el pobre muchacho. No parece que tocando el piano pueda ganarse el sustento, como mucho -según cuentan los que han padecido sus habilidades musicales- encontraríamos a alguien que pagase para que no lo tocara, pero con eso no se come caliente cada día. Quedando fuera de su alcance -por razones que saltan a la vista- los trabajos intelectuales, y siendo un señorito que no está hecho a los trabajos físicos, quedaría solamente la opción de las ayudas institucionales, pero no creo que en Bélgica estén para malgastar dinero con el primer tipo que se les planta allí llamándose a sí mismo exiliado.
Alguien que ha demostrado en innumerables ocasiones que no sirve para nada, no es fácil que encuentre trabajo, y menos en Europa, donde -al contrario que en España- se valoran las capacidades de quien opta a un empleo. El de eurodiputado -y también el de diputado, pero para eso debería regresar a casa, y no goza de valor suficiente- es el puesto de trabajo al que suelen acogerse los inútiles, de ahí que Comín insista en ello, pero si hasta el TJUE le da la espalda, no le queda nada. Sería muy fácil asegurar que me importa un comino el futuro de Comín, pero insisto en el hecho en que no le podemos dejar morir de hambre.
Si mandarle dinero es muy arriesgado porque nunca sabes qué va a hacer con él un tipo así, podríamos enviarle comida, como se hacía antes con las misiones. Un paquete de arroz, un bote de salsa de tomate, un par de yogures caducados desde hace todavía poco tiempo, y unas latas de atún, servirían para descargar nuestras conciencias y tampoco es pedir mucho. Por lo menos Puigdemont, que tampoco es que sirva para mucho, tiene la habilidad de timar a sus seguidores, pero es que Comín, ni siquiera de eso es capaz, no por falta de ganas -esas seguro que le sobran- sino de habilidad. Hasta para engañar al prójimo se requiere un mínimo de materia gris, esa de la que tan escaso va Comín.
No es extraño que, desde Junts, su partido político o lo que sea, afirmen que seguirán luchando para que se le reconozca a Comín el escaño. Lucharán hasta donde sea necesario para meterlo en el Parlamento Europeo o en cualquier otro lugar, porque, si no, van a ser ellos quienes tendrán que mantenerlo. Y se diría que ya empiezan a estar hartos de pagarle las eternas vacaciones.