El rey recibe, que diría Eduardo Mendoza. Y no a cualquiera, sino al presidente de la Generalitat. Dicen que mañana Salvador Illa se acercará hasta la Zarzuela para departir con Felipe VI, y que hace diez años que un presidente catalán no hacía tal cosa. No porque el monarca no quisiera, que al fin y al cabo recibir gente es uno de los pocos pasatiempos que tiene y cualquier excusa es buena para estar ni que sea un ratito sin Letizia, sino porque los presidentes catalanes tenían que hacer como que estaban muy ofendidos con Felipe VI, ya que en lugar de salir por televisión a decir que Cataluña debe constituirse en república independiente, salió a defender la unidad de España. Es decir, hizo su trabajo, pero como los presidentes catalanes, por sistema, huyen de cualquier trabajo -en Cataluña la gente suele entrar en política para no tener que trabajar, exactamente igual que en toda España-, la postura del Rey les pareció indigna. Lo que tenía que hacer Felipe VI en octubre de 2017 era tumbarse a la bartola, como desde hace años hacen los gobiernos catalanes, y así Cataluña ya será independiente, o eso por lo menos creen ellos, pobrecitos.
Salvador Illa, en cambio, sí que hace su trabajo. La tarea de Illa, esa es la única causa por la que fue elegido, consiste en cabrear a los independentistas cada día por un motivo distinto, y a ello se aplica incansablemente. Un día coloca la bandera española en su despacho, otro día dice Lérida en lugar de Lleida, al otro hace como que no se sabe la letra de Els Segadors y al siguiente se va a Madrid para visitar al Rey. Hay que reconocer que sabe cómo sacarlos de sus casillas. La única utilidad de la visita real de mañana es esa, la de seguir cabreando a los independentistas, que no es poca cosa, y seguramente es lo más inteligente que puede hacerse hoy en día, no va a tomárselos en serio ahora que ya nadie lo hace.
Para lo que se tienen que decir Felipe y Salvador, bastaba con una llamada telefónica de un par de minutos, pero la bilis que van a soltar mañana todos los independentistas y sus medios de comunicación, bien vale viajar hasta Madrid para dejarse fotografiar en La Zarzuela. Hasta el prófugo Puigdemont va a publicar algún tuit mostrando su indignación, y Lluís Llach hará alguna declaración al borde de las lágrimas, o sea, con su tono de voz habitual. Eso, si no le da por castigar a todo el mundo y se pone a cantar.
Después de la visita al Rey, no va a ser fácil seguir enfureciendo a los independentistas, tal vez se podría organizar el próximo 12 de octubre un desfile militar en la Diagonal, con el gobierno catalán en pleno en posición de firmes al paso de la bandera española. Quedan pocos días para ello y el tiempo se nos echa encima, pero sólo por ver cómo la cólera se apodera de quienes hasta hace poco se creían los dueños de Cataluña, vale la pena esforzarse un poco y tenerlo todo listo el día de la Hispanidad. Illa podría aprovechar la conversación de mañana con el jefe de Estado para sugerirle la idea, todo sea por seguir divirtiéndonos a costa de los eternos oprimidos. Seguro que el Rey se apunta.
La política son gestos, y el gesto de Illa mañana es una pedorreta en la cara de sus predecesores Puigdemont, Torra, Mas y Aragonès, pero también en la de Borràs, Turull, Rull, Junqueras, Comín, Llach, Antich, Partal, Rahola, TV3, la CUP, Junts, ERC y todos cuantos llevan diez años intentando destruir la convivencia en Cataluña. El gesto de Illa es reírse de todos ellos, pero como él es un tío serio y no lo va a reconocer, aquí estoy yo para explicárselo a ustedes.