Todas las realidades simultáneas, pero diferentes, de este momento exacto que podían estar pasando ahora en diferentes planos espacio temporales son lo que se llama multiverso. Si no lo han entendido, como ejemplo práctico les puedo ofrecer el “vídeo/cartel” de las Fiestas de la Mercè presentado hace unos días.

En ese multiverso en concreto, la protagonista del vídeo es una madre al frente de una familia monoparental, de la que nos hacen partícipes de sus supuestos problemas económicos, puesto que la vemos llamar para gestionar el pago de una presunta factura de vuelta, pero que, sin embargo, no tiene problema para vivir en el centro de Barcelona en un pisazo de los de más de 2.500 euros al mes de alquiler.

Esa chica es mamá de un bebé, suponemos que es una niña, que no se parece a la madre en nada porque en este multiverso había que meter a las “minorías raciales” de alguna manera, y qué mejor que un bonito bebé que, tras un maravilloso casting, puede pasar por latino, árabe o filipino. La cacareada inclusión no puede faltar ni en el infinito de las realidades paralelas si hablamos de la supermoderna Barcelona.

Y en este metaverso de la supermoderna Barcelona que se han inventado entre influencers y pijipis, la madre soltera, precaria y agobiada tiene una cama enorme que no cabría en la mayoría de nuestros comedores, donde la bebé duerme sola, entre luces de neón rojas, petardazos y sin noticias de su progenitora.

Como los multiversos son libres yo creo que en este la mamá es Mercedes, porque es igual de insólito que así se llame como toda la historia que protagoniza. El problema es que la historia cursi y empalagosa multivérsica posmoderna no nos cuela a quienes vivimos cada día en el universo real de Barcelona.

Por ejemplo, sabemos que la Mercedes real de la Barcelona real no podría pagarse ese piso a no ser que fuera un alquiler turístico y estuviera allí máximo tres días. También sabemos que hay muchas habitaciones en Barcelona con neones rojos pertenecientes a los cientos de pisos burdel que hay en la Ciudad Condal, convertida desde hace casi una década en la capital del turismo sexual del sur de Europa. Y cuando en nuestras cabezas y tozudas mentes realistas mezclamos todo eso con una niña en una cama para adultos, el tufo pedófilo del diseño nos traspasa todos los multiversos inventados.

Sin embargo, estoy segura de que hay algo que en todos los multiversos referentes a este tema coincidiría y es en las ganas de juerga y pasar un buen rato de todos los barceloneses, propios y ajenos, que cada día lidiamos con el objetivo de algunos políticos de hacer de la que es, probablemente, la mejor ciudad del mundo un lugar hostil, incómodo y que supura mal rollo en todos los planos, exactamente igual que Mercedes en su multiverso.