Antes de enfrentarse a Pompeyo, César no dijo “la suerte está echada”, sino que dijo “lancemos los dados”, expresión que aparece en un verso de Menandro.
Carles Puigdemont, propenso a la ludopatía política, se lo repite mentalmente. Se olvida de que la Constitución del 78 destronó a la España de la raza y de la idea e instituyó una democracia parlamentaria con un Rey como jefe del Estado. Y Esto es lo que hay después de atravesar la mayor cesión de soberanía de nuestra historia: la Unión Monetaria y la construcción de la unión política de países que comparten derechos humanos y reparto equitativo de la riqueza, respetando los mercados. ¿Dónde estaríamos sin los 170.000 millones de euros cedidos a España, por Bruselas y el Banco Central del euro, para sostener el desplome del PIB gravemente afectado por la pandemia?
Hoy el mundo está en llamas. Cuando cae el índice Nikkei de Japón y Wall Street hace una corrección a la baja, Donald Trump ni se lo piensa: “Los mercados se caen porque Kamala Harris es la candidata del Partido Demócrata”. Otra lección de populismo. Al ogro filantrópico, que se pasea por los futbolines con cara de malo, no le interesa saber que el Nikkei cae por el alto precio del yen con enorme perjuicio para los exportadores japoneses, ni hasta qué punto Wall Street descuenta la caída del empleo en su mercado interior. La causa del desplome, según los mejores analistas, es la austeridad monetaria de los bancos centrales de las grandes economías, la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y por supuesto el BCE de Lagarde; cabezuda ella, sostiene el Euríbor utilizando el tipo de intervención de soporte y encareciendo el mercado hipotecario.
Resulta imprescindible incorporar el elemento político que también deteriora los mercados. Los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autores de Cómo mueren las democracias, reiteran en su último libro, La dictadura de la minoría (Ariel), que, “más allá de las Constituciones, la democracia moderna se asienta en la norma de aceptar la derrota y ceder el poder”. Después de perder, Trump solo facilitó un asalto armado al Capitolio y Puigdemont, por su parte, prepara torpedear mañana mismo el plenario de la investidura en el Parlament. Será su última mascarada; ya es el pasado; su mesianismo se estrella contra las estrategias de gobierno de Salvador Illa, un político sin extremismos a pesar de las extremidades que manifiesta su investidura.
¿Tendrá el caletre necesario Carles Puigdemont para convertir el Parlament en una fábrica de tiroides aceleradas? Según su profeta, el abogado Gonzalo Boye, el expresident se presentará en la Cámara catalana pase lo que pase. Su ataque de cuernos ya es una rechifla en las instituciones europeas. Nadie olvida que declaró la independencia, la revocó en menos de un minuto y tuvo la prudencia sin caletre de no arriar la bandera española del Palau. Siete años después quiere recuperar la teatralidad de aquel ensayo general; regresa para convertirse en héroe, si es detenido por orden del juez Llarena, último eslabón de una comedia de capa y espada. Mar Besses, la joven dama duende calderoniana de las juventudes de ERC, votará sí a la investidura de Illa. Fin de la historia. Esquerra cumple, pero no entrará en el Govern del PSC, como asegura la misma Marta Rovira.
El genio de la lámpara de aquel 2017 quiere sorprender una vez más, como cuando evitó su extradición en Alemania, Bélgica e Italia; pero ya no asombra. Su consenso se evapora, como la solución fácil del voto populista. Puigdemont es a Cataluña lo que el votante de Ayuso-Vox es a España. Aparentemente, ocupan extremos alejados, pero viven de la misma adrenalina; son el conjunto de catalanes y españoles que se sienten concernidos por la gangrena nacionalista. Las referencias mitológicas tienen un eco sonoro, pero la institucionalidad ha despedazado sus leyendas. La democracia mide la calidad de vida en España. Y no hay democracia sin ley.
Puigdemont sabe que será olvidado y acusa a su partido hermano, ERC, de facilitar su detención en el momento en que pise suelo español. Hemos entrado en el pataleo bizarro. La Fedea de Ángel de la Fuente afirma que Cataluña no está infrafinanciada y Carlos Martín, portavoz económico de Sumar en el Congreso, en contra de su partido, critica frontalmente el acuerdo fiscal PSC-ERC. Sea cual sea la justificación teórica de los think tanks, el modelo de Haciendas compartidas, bajo un mismo epígrafe catalán, hace agua. Todos sabemos que la reforma de la Lofca no pasará el filtro del Congreso. La política pondrá a prueba la Cámara legislativa, aunque en la Puerta de los Leones de la Carrera de San Jerónimo resuena ya el delenda ets Cathalonia que lanzó Cicerón sobre Cartago.