Los episodios de falsa bandera de ERC no son más que una confirmación, por si era necesaria, de que todas las banderas que con tanto tremolar se agitaron en los largos años del proceso separatista eran falsas banderas, simulacros, imposturas y apropiaciones indebidas.

Falsa bandera la supuesta información de TV3 y demás órganos de agitprop, falsa bandera la batería de conceptos que se inventaron y manejaron para la ocasión, como el derecho a decidir y el de la ley a la ley; falsa bandera la supuesta solidaridad de Europa con la causa, falsa bandera las promesas de los gobernantes, falsa bandera la bandera cubanoide.

En propiedad, falsa bandera es un concepto militar que define las operaciones cuya autoría se quiere ocultar, atribuyéndola a otros, ya sea para obtener impunidad, o para crear confusión en el enemigo, o para galvanizar a las fuerzas propias. Las falsas banderas de ERC confirman por enésima vez que ese partido es un partido de maquiavelos de salón que han visto cuatro películas sobre manipulación de la opinión pública –Ciudadano Kane, Network, En bandeja de plata y otras lecciones de cinismo–, sin acabar de entenderlas muy bien, y luego les sale el tiro por la culata.

Recapitulo: el otro día se supo que los carteles con la foto de los dos hermanos Maragall, colgadas aquí y allá, con la frase “Fuera el alzhéimer de Barcelona”, fueron obra de unos fontaneros próximos a la dirigencia del partido de izquierdas. Y que cuando trascendió la fechoría, este estableció unos “cortafuegos” para proteger a los señores de arriba, se “abrió una investigación interna”, se “depuraron responsabilidades” –no, si la terminología la conocen, debieron de asistir a alguna clase en Bellaterra– y se sirvieron a la opinión algunos cabezas de turco. Confiando en que no les dé por cantar La traviata. Cosa que está por ver.

Otra operación de falsa bandera que se acaba de conocer es el muñeco con la efigie de Oriol Junqueras que en 2019 apareció colgado de un puente en Sant Vicenç dels Horts, junto a una pintada infamante, para que el rufián lo pudiera denunciar en el Congreso de los Diputados, blandiendo una foto acusadora, retando con la mirada bravucona a la bancada conservadora y atribuyendo los hechos a la “ultraderecha españolista”, a “la policía patriótica” o a lo que fuere conveniente en el momento.

La bajeza de estas falsas banderas demuestra que en ese partido, que uno creía dirigido solo por peponas y patanes (Carod, Rahola y Colom, el mismo Junqueras, Aragonès: ¡menuda tropa!), anida también una inesperada y retorcida malignidad. Son casos iluminadores, pero no deben hacernos olvidar otras banderas ajenas bajo las que indebidamente se ampararon, apropiándoselas, los procesistas en aquellos años que ahora parecen una vaga pesadilla, y que la amnistía viene a decirnos que no sucedieron.

Aquí toda hazaña ajena, todo heroísmo de otros, fue reapropiada en beneficio de la causa, a veces de manera obscena. Que un musicante se apropie de un famoso poema de Kavafis, y que le endose una melodía propia, vaya y pase; pero que se utilice Ítaca como alegoría del procés (un largo viaje, coronado por el éxito), y encima desvirtuando crasamente el sentido del poema, ya es de traca.

Apropiarse de un eslogan trágico, el Keep Calm and Carry On (mantén la calma y sigue adelante) que acuñaron los británicos para predicar serenidad a la ciudadanía bajo los bombardeos de las V2, convirtiéndolo en Keep Calm and Speak Catalan –invitando a los forasteros a expresarse en esta lengua– es un détournement que delata a unos espíritus nada refinados, a meros desvalijadores de tumbas.

Podría seguir recordando aquellas analogías obscenas con países que verdaderamente fueron colonizados y lucharon por recuperar la libertad, y con héroes civiles como Rosa Parks, Nelson Mandela, etcétera. Pero ¿para qué? El lector recuerda también aquella hemorragia. Y seguramente lamenta, como yo, que los principales abanderados de aquellos episodios, ahora amnistiados y limpios de polvo y paja, vuelven al escenario del crimen, a ver ahora bajo qué falsas banderas y pertrechados con qué trolas e imposturas.