Lo de la traición es cosa seria. A uno lo acusan de traidor y se le pone al instante cara de Judas Iscariote, que debe de ser su santo patrón. Ahora el juez Joaquín Aguirre acusa a Puigdemont de traición, pero me parece que el magistrado llega tarde: al expresidente fugado hace tiempo que le tienen por traidor sus excolegas, a los cuales emplazó a ir al despacho a trabajar mientras él huía con nocturnidad y alevosía, y también buena parte de los independentistas, que han tardado quizás demasiado tiempo en percatarse de que el hombre no aspira a nada más que a un buen futuro para sí y para su familia, como ha demostrado aceptando la amnistía. Con tanta gente considerando traidor a Puigdemont, la acusación del juez Aguirre es lo que se dice llover sobre mojado, algo que ya sabíamos todos. Cierto es que le acusa también de malversación, pero he ahí otra inculpación que no sorprende a nadie: ¿qué utilidad tendría el procés si no sirviera por lo menos para desviar unos dineros a los bolsillos apropiados? Traidor y malversador. Para este viaje no hacían falta togas.
Hay que ser un poco comprensivos -o empáticos, como se dice ahora- con Puigdemont, que es traidor porque no puede ser otra cosa. Sin estudios y sin haber ganado jamás unas elecciones, la de traidor es una de las pocas profesiones que estaban a su alcance, no hace falta ni siquiera experiencia, basta con no tener escrúpulos. Si hay que traicionar a los suyos, se les traiciona. Y si hay que contactar con los rusos -de eso le acusa el juez Aguirre-, se contacta, igual habría contactado con los chinos, con los australianos o con los portugueses, el caso es traicionar. Un tipo sin oficio ni beneficio tiene en la traición la única forma de ser algo en la vida. Me he referido antes a Judas como ejemplo de individuo que sin una traición de por medio hubiera permanecido por siempre en el anonimato, pero hay más casos: Audax, Ditalco y Minuro traicionaron a Viriato, Philby y Burgess traicionaron a Gran Bretaña espiando para el KGB… La historia nos demuestra que la traición es una eficaz manera de pasar a la posteridad, y pasar a la posteridad es la mayor aspiración de un megalómano como Puigdemont. Ya que por falta de coraje y de aptitudes no podía conseguirlo como el estadista que logró la independencia de Cataluña, lo intenta como traidor. Como doble traidor, además, para asegurarse un lugar en el mañana.
Es posible que el hecho de haber traicionado a la vez a Cataluña y a España, acabe beneficiando penalmente a Puigdemont. A lo mejor una traición convalida a la otra, quiero decir que haber traicionado a Cataluña puede servir como atenuante por haber traicionado a España. Y viceversa. Ese puede ser una buena estrategia para Boye, su abogado.
-Efectivamente, señoría, mi defendido traicionó a España, pero tenga en cuenta que antes hizo lo propio con Cataluña. Vaya una cosa por la otra. ¿Pelillos a la mar?
El problema va a ser para Sánchez, que cuando ya lo tenía todo arreglado para seguir en la Moncloa gracias a una ley de amnistía ad hoc, se encuentra ahora con el delito de traición, que no estaba contemplado en la misma. El pobre Sánchez va a tener que tramitar deprisa y corriendo una nueva amnistía que incluya también la traición, y sin duda que lo va a hacer, le va en ello el futuro. Pero no es plan tener que ir sorteando nuevos delitos cada pocos meses, lo mejor sería promulgar una ley orgánica que estipulara claramente que cualquier delito que pudiera haber cometido Puigdemont en el pasado, así como cualquiera que pueda cometer en el futuro, quedan automáticamente perdonados. Si no, no hay manera de tener una legislatura tranquila.