Hace muchos muchos años, cuando yo era una joven enamorada de veintipocos años pasando un delicioso verano en Berlín, cometí el dulce error de probar la tarta de ruibarbo. Desde entonces, mi obsesión por esta planta/verdura parecida al apio con un tallo de brillante color fucsia no ha dejado de crecer.
En Barcelona, sin embargo, es difícil encontrar ruibarbo fresco (me dijeron que lo vendían en una parada de fruta y verdura de La Boquería, pero nunca la encontré) y con el tiempo he tenido que aceptar que el placer de zamparse tartas y pasteles de ruibarbo quedará siempre limitado a mis viajes esporádicos por el norte de Europa.
“¿Por qué será tan difícil encontrar ruibarbo aquí?”, me preguntó mi querido amigo G., fanático del ruibarbo como yo, cuando el pasado diciembre aparecí en su casa con un frasco de mermelada de ruibarbo comprada en Múnich. G. y yo fuimos amantes en su día, pero hoy la pasión que nos une, y nos sirve de excusa para seguir viéndonos, es el ruibarbo. El verano pasado le traje de Irlanda dos tipos diferentes de mermelada de ruibarbo, una con jengibre, la otra con fresa, y este verano pienso traerle varias de Inglaterra, donde también son grandes consumidores de esta exótica planta, que se cosecha en primavera.
“El olor que desprende el ruibarbo al ser pelado o al cocerlo con azúcar está grabado en mi mente y en mi olfato. ¿Cómo iba a dedicarme a otra cosa que no fuesen las mermeladas?”, escribe Miguel González en la web de mermeladas Jan Jam, en Garde, Navarra, uno de los pocos lugares de España donde la producen. González recuerda que el mismo año de su nacimiento (1973), su padre –químico, como su madre– trajo de Suiza una planta de ruibarbo. “'¿Rui qué?', preguntaba todo el mundo en el pueblo sin comprenderlo”.
Mientas el ruibarbo sigue siendo un gran desconocido en nuestro país, resulta que en el mundo anglosajón se ha hecho viral un rap en alemán sobre mi pasión secreta. Con 48,5 millones de visualizaciones en TikTok, Barbaras Rhabarberbar (El bar de ruibarbo de Bárbara), narra la “absurda” historia de Bárbara, dueña de un bar en un pequeño pueblo de Alemania que se hace famosa por su deliciosa tarta de ruibarbo, capaz de generar una “experiencia mágica” en cualquiera que la deguste. Entre sus fans hay un grupo de “bárbaros” barbudos del pueblo, quienes, bajo el hechizo de Bárbara y de su tarta, acabarán yendo al barbero, se arreglarán la barba y regresarán al bar para tomarse una cerveza y un pedazo de tarta con un aspecto más civilizado.
“¿Al fin y al cabo, no éramos también un poco bárbaros, tú y yo, antes de empezar a regalarnos mermelada de ruibarbo?”, le dije a G., confiando en que la pegadiza melodía del vídeo no se le haya metido en la cabeza. Los expertos en redes sociales no se explican cómo el vídeo, en el que aparecen los dos productores bailando una coreografía tonta, se ha podido popularizar tanto (hay decenas de vídeos de imitadores de toda Europa, Australia y Estados Unidos) cuando casi nadie entiende la letra y ni siquiera es un rap de verdad.
Barbaras Rhabarberbar es en realidad un trabalenguas popular alemán, que el comediante musical y pianista de cabaret alemán Bodo Wartke decidió convertir en rap y subir a las redes sociales el pasado diciembre, sin imaginar que se convertiría en un fenómeno viral. “De una forma u otra, el alemán siempre suena agresivo y da la sensación de que los alemanes nunca estén de buen humor. Pero ahora nos ven y se dan cuenta de que no es verdad”, reconoció el artista berlinés al canal de noticias Rbb24. Como dice la canción: “Abracadabra”. La magia del ruibarbo.