La holgada victoria de Salvador Illa supone también un triunfo incontestable para Pedro Sánchez. Por primera vez en unas autonómicas, el PSC gana en votos y escaños, y el independentismo no suma de ninguna forma posible desde 2012. El avance de Junts con Carles Puigdemont no logra compensar el tremendo hundimiento de ERC y la pérdida de más de la mitad de la representación de la CUP.

La entrada de la islamófoba Aliança Catalana no hubiera dado nunca una mayoría operativa al separatismo, pero es que el conjunto de las formaciones que se declaran independentistas se quedan lejos de la mayoría absoluta. Este es un dato muy relevante que cierra definitivamente el libro del procés. Para Sánchez es una excelente noticia, y le permite argumentar con hechos que la ley de amnistía ha servido para ello, aunque todos sabemos que la desmovilización separatista ya estaba en marcha desde hace tiempo, con o sin amnistía.

Lo más que ha logrado esa ley ha sido reforzar tanto al PP como a Vox, y resucitar un rato a Carles Puigdemont, en perjuicio sobre todo de ERC, que sale muy tocada, tanto en su estrategia como en sus liderazgos. El tripartito de izquierdas suma una raspada mayoría de 68 diputados. Para los republicanos la decisión de investir a Illa es muy complicada, aunque peor sería una repetición electoral. La presidencia del candidato socialista de una forma u otra parece inevitable, pues el crecimiento de Junts se queda lejos de las expectativas de los últimos días, con pocos alicientes para volver a las urnas, y podría fortalecer a los sectores pragmáticos de la formación neoconvergente tras la jubilación de Puigdemont.

En clave de política nacional, estos resultados, donde la victoria de Illa es clara, refuerzan a Sánchez y al PSOE de cara a las europeas. La legislatura podría estabilizarse

porque ni Junts ni ERC tienen motivos para retirarle su apoyo. El líder socialista mantiene intacta su baraka y supera una prueba decisiva, pues Cataluña podía haber sido su tumba en caso de pinchazo. Políticamente, el debate sobre la amnistía queda superado. Al PP tampoco le ha ido nada mal, ha triplicado en diputados, certificando que la apuesta por Alejandro Fernández era la correcta, pese a que Vox aguanta muy bien y repite los 11 escaños de 2021.

La desaparición de Ciudadanos pone también simbólicamente fin a una etapa. La historia seguramente no ha sido justa con la formación naranja, pero sus errores han sido pertinaces desde que Albert Rivera se entregó en su estrategia de pactos al PP.

Sin duda se abre en Cataluña una nueva etapa, donde el interrogante es el rumbo que tomará ERC, que ayer noche anunció su pase a la oposición. El escenario es el de un PSC hegemónico, al frente de los principales gobiernos locales, y con Illa de president, aunque su investidura no será coser y cantar. Sánchez no ha podido tener mejor noticia desde que a las puertas de las elecciones catalanas dejó a España en vilo por si dimitía con el asunto de los bulos.

Ha vuelto a demostrar que es un gran táctico, sin importarle sacrificar convicciones o principios, haciendo de la política el arte de lo posible para sostenerse en el poder.