La oferta del BBVA, que preside Carlos Torres, sobre el Banco Sabadell, en cuya cúpula habita desde hace lustros Josep Oliu, está cargada de simbolismos, muchos pasados, alguno del presente. Lo que acontezca en esta operación constituirá, más allá de su sentido financiero estricto, un retrato de la reconversión del sistema bancario español.
El BBVA ha lanzado una proposición para absorber al banco catalán y sumarlo a su estructura. Obtendría una excelente posición en el mercado de servicios financieros a empresas, en especial pymes, ya que el Sabadell es el líder español en ese segmento desde que desapareció el Banco Popular. La entidad que preside Oliu empezó en diciembre de 2020 un proceso de reconversión y ajuste que le ha llevado a superar con éxito la oferta que acababa de recibir entonces del BBVA y que decidió no aceptar.
La de Torres sería la segunda tentativa para hacerse con el control del saneado grupo catalán. Y el ejecutivo del BBVA no puede fallar en esta ocasión para evitar un severo castigo de los mercados en los que cotiza y donde están muy presentes las dudas sobre su negocio latinoamericano o su dudosa inversión turca.
Alrededor de la mitad de los beneficios del BBVA proceden de su filial mexicana, nunca un paraíso de estabilidad política, como sucede también con Venezuela y Argentina. Su balance ha absorbido con muchos interrogantes la adquisición de un banco turco, Garanti, que pese a ser presentado como un éxito de la estrategia internacional de Torres ha puesto en algún aprieto al grupo español.
Y, ahora, el BBVA quiere comprar el Sabadell sin poner un euro sobre la mesa para sus propietarios y ofreciendo acciones que se emitirán en una ampliación de capital sobre la que el mercado deberá pronunciarse y que contendrán dentro de los títulos ese negocio turco y latinoamericano tan dudoso. Para que prospere la operación, el precio propuesto, un 30% sobre la cotización del día de la oferta, deberá mejorarse hasta un mínimo del 40%, según reconocen algunos analistas que constatan que del 30% inicial ya solo queda la mitad cuando los mercados han dejado cotizar los títulos con las expectativas sobre la mesa.
Torres esgrime que la acción del BBVA es de gran liquidez por lo que pagar con papelitos es lo mismo que hacerlo en efectivo. No lo entenderán así los compradores, que solo se plantearán en serio aceptar el apareamiento si una parte del precio se paga con recursos del propio banco y no con los recursos de los nuevos accionistas que acudan a la ampliación. La pregunta que se hacen muchos resulta obvia: ¿cuenta el BBVA con esos fondos o sólo puede adquirir el Sabadell con la apelación al mercado?
Más allá de que la erradicación del Sabadell del mapa financiero español y catalán es una pésima noticia en términos de competencia para usuarios particulares y empresas, todo dependerá una vez más de la capacidad que tenga Oliu para conducir las conversaciones y liderar al accionariado de su banco. En su agenda personal siempre había predominado otro tipo de operación diferente a la de BBVA, que daba por descartada desde el fracaso de 2020. Se pensó en un matrimonio con Unicaja, pero los líos políticos e internos de esa entidad han aplazado sine dia la pedida de mano. Oliu hubiera preferido una fusión internacional o una alianza transfronteriza que el Banco Central Europeo hubiera apoyado tras el proceso de reconversión llevado a cabo.
A Oliu no le ha dado tiempo a completar su sueño para el banco que lidera desde 1991 cuando sustituyó a su padre en la dirección y que preside desde 1999. Incluso la proposición que le formula el BBVA es quedarse con ellos en una vicepresidencia florero, sin poder ejecutivo alguno, que tampoco parece reunir un gran estímulo para un hombre que lleva la banca en las venas y que a sus 75 años es difícil de convencer con propuestas más propias de un directivo joven. Permítanme la inmodestia de la autocita, pero muchas de estas ideas ya se escribieron en diciembre de 2020 en un artículo premonitorio: 'Don’t cry for me' Banco de Sabadell.
Que el Sabadell permanezca o desaparezca guardará relación con el papel que Oliu desee ejercer en este momento. Resistirse cual gato panza arriba negándose a aceptar el precio y la forma de pago y provocando una opa hostil de los compradores de incierta resolución, o admitiendo que el tiempo del Sabadell independiente ha concluido y no hay otro remedio estratégico en el mercado que cobijarse al calor de un grupo de más tamaño.
Las espadas, en cualquier caso, siguen en alto y todas las posibilidades abiertas. Oliu tiene de nuevo la palabra y todo el sector financiero espera a conocer sus movimientos.