Tras el fracaso para aprobar los Presupuestos de Barcelona, Jaume Collboni mostró fortaleza en la hoja de ruta a seguir, y esta pasada semana el pragmático Xavier Trias le dio la razón. La cabeza visible de Junts en el ayuntamiento afirmó que no hay candidato alternativo que pueda moverle la silla de alcalde a Collboni, y que por tanto sería ridículo empecinarse en una operación imposible. Trias, por su experiencia, muestra un sentido común que a veces cuesta encontrar en la política. Las cosas son como son, y aunque él ganó el duelo electoral, las alianzas se alinearon con Collboni y ahora no lo va a mover nadie de ahí, salvo cataclismo, y pese a los intentos desesperados de los Comuns por ver fracasar la apuesta socialista.
La posición de Trias también le ayuda a decir lo que piensa. El edil dejará su puesto en breve y no tiene que comulgar con ruedas de molino, como le ocurre a muchos políticos que no tienen ni oficio ni beneficio fuera de las férreas estructuras del partido. Cuando se supere la moción de confianza, el Ayuntamiento de Barcelona podrá beneficiarse de un punto adicional de estabilidad. Sabrá quién seguirá siendo el alcalde, aunque Collboni deberá seguir jugando al Tetris de las relaciones para urdir pactos que le permitan avanzar en las cuestiones claves de la ciudad. Queda en el aire si el alcalde conseguirá algún pacto de gobierno o deberá tentar su suerte a apoyos puntuales. Descartado el universo de Comuns, especialmente mientras siga Colau al frente del grupo municipal, las opciones para el PSC pueden mirar a ERC, que ya apoyó a los socialistas para tratar de aprobar los presupuestos, ¿y por qué no una aproximación a Junts? Todo dependerá de cómo se diluciden las elecciones autonómicas (PSC y Junts aparecen como los dos primeros partidos con opciones), pero esa alianza sería importante para la ciudad de Barcelona, si el pacto olvidara asuntos dominados por el credo ideológico y se centrara en cuestiones de gestión y de apoyo a la economía.
Llevamos mucho tiempo perdido en la capital catalana precisamente por la combinación perversa que puso en primer plano ideas de bombero en lugar de gestión eficiente. Lo siente ahora en sus propias carnes Collboni pues, aunque él formaba parte de la sala de máquinas de aquel ayuntamiento cojo, hay decisiones que sólo incumben al alcalde. Collboni trata de revertir la desaceleración de las inversiones de la ciudad para seguir seduciendo a los responsables de la F1 para que no abandonen Barcelona como destino de competición. Buena jugada. Pero será estéril. Llega tarde. Madrid es la elegida, y no habrá posibilidad de que España tenga dos grandes premios cuando se celebre en Madrid la primera carrera. Alguien pensó que ese deporte de pijos no aportaba nada a la ciudad, y ahora se verán las consecuencias. Debemos luchar para que el futuro sea más interesante y menos necio. Por ejemplo, felicitémonos porque Hyatt haya decidido que sea Barcelona la ciudad de España en la que colocar su primer Gran Hyatt, la gama de superlujo de la cadena, en lugar de volver a sufrir la decepción de perder un pulso como ocurrió cuando Four Seasons, ante las dificultades, hizo las maletas a Madrid.