El martes fui a cenar con mi amiga Miriam, mi eterna rival en el tenis, y mientras degustábamos unos deliciosos uramaki de atún picante y unas gyozas vegetales, me riñó por no sacar más tiempo de mi agenda para agarrar la raqueta y echar un partido. “¿Has dejado el tenis para la jubilación o qué?”, se rio de mí. Me excusé diciendo que desde que nació mi hijo, hace tres años y medio, no puedo ser constante en el deporte, y para jugar una vez y no poder volver a hacerlo hasta al cabo de un mes, no me vale la pena, porque me frustro, y encima pierdo. “Cuando apunte a mi hijo a clases, volveré al club”, le prometí. 

A mi hijo, le guste o no, el año que viene lo apuntaré a algún deporte: tenis, fútbol, baloncesto, skate, bici, lo que sea. No quiero que se pierda la experiencia de divertirse y hacer amigos en la pista, de jugar en equipo, de aprender a competir, a perder sin enfadarse, a no hacer trampas. 

No me extraña, pues, que Naciones Unidas tomase la decisión, hace ya 11 años, de declarar el 6 de abril (hoy), Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, en reconocimiento del papel positivo del deporte y la actividad física en las comunidades y en la vida de las personas de todo el mundo.

“Desde el empoderamiento de las mujeres y las niñas, los jóvenes, las personas con discapacidad y otros grupos marginados hasta la promoción de los objetivos de salud, sostenibilidad y educación, el deporte ofrece un enorme potencial para impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y promover la paz y los derechos humanos”, puede leerse en la web de la ONU que explica la importancia de este día.

Ejemplos del poder integrador y motivante del deporte los hay por todas partes: empezando por Mustafa, el hijo del jardinero que viene a casa, que llegó de Costa de Marfil con 18 años y lo primero que hizo al llegar a Mataró fue apuntarse a un equipo de fútbol local. “Está feliz”, me aseguró su padre, orgulloso de que Mustafa también haya accedido a apuntarse a la Escuela de Adultos y a clases de catalán y castellano.

Otro ejemplo: Leila, una adolescente de Mozambique que, al quedarse embarazada, se sintió obligada a abandonar la escuela. En su país, más de la mitad de las niñas no termina la escuela primaria, la mayoría debido a un embarazo precoz. Pero Leila tuvo la suerte de entrar en contacto con un entrenador de Right To Play, una ONG que pretende mejorar las vidas de los niños en situación de pobreza, enfermedad o conflicto bélico a través del juego y el deporte dentro y fuera de las aulas. Gracias a Right to Play, Leila logró la confianza suficiente para regresar a la escuela y graduarse.

“Nuestra visión es dotar a los niños de la confianza y los conocimientos que necesitan para superar la adversidad y convertirse en fuerzas positivas de cambio”, explica su fundador, el patinador olímpico noruego Johann Olav Koss, en la web de la ONG. Right To Play tiene proyectos en 15 países de África, Asia y Oriente Medio, entre ellos el de Gaza, donde ahora centenares de niños han visto cómo herían o mataban a familiares y amigos, cerraban sus escuelas y han tenido que huir de la seguridad de sus hogares.

“Sin acceso fiable a alimentos, agua, saneamiento y suministros médicos, muchos corren el riesgo de enfermar gravemente y morir. El terror de vivir bajo ataques aéreos diarios dejará secuelas psicológicas profundas y duraderas”, denuncian desde la web de Right to Play. Con sus proyectos detenidos por culpa del conflicto, han creado un fondo de emergencia para enviar lotes de higiene y artículos de apoyo psicosocial –libros para colorear, lápices, juegos de mesa–con el fin de ayudar a los niños de Gaza a superar el trauma.

“Los niños tienen derecho a vivir como niños, a jugar”, declaró a UN News un farmacéutico palestino llamado Abu Hilal después de organizar un acto lúdico para niños en una clínica de Rafah, en el sur de la Franja, a finales de enero. Los niños, en su mayoría desplazados, se entretuvieron pintando, bailando y jugando, y, al menos durante un rato, “en medio de su miedo y desesperación, vieron un rayo de esperanza en la oscuridad”, dijo Abu Hilal.