La CUP se queda corta, como de costumbre. Su propuesta para que se pueda abortar sin plazo máximo, es decir, para que el aborto sea legal más allá de las 14 semanas que la ley actual pone como límite para interrumpir el embarazo, se limita a que el feto lleve 42 semanas en el útero, cuando ya más que un feto es todo un bebé. La propuesta se queda corta porque no contempla el aborto más allá del nacimiento.
Si hay madres que hasta la semana 42 no están seguras de querer tener al hijo que llevan dentro, si tienen dudas hasta el mismo momento en que asoma la cabecita al mundo, bien puede ser que las haya también que se percaten de que no quieren ser madres el día que el retoño cumple cinco años. O quince, vayan ustedes a saber, que hay madres muy indecisas.
La CUP no debería dejar de lado a esas mujeres. A la que un buen día nota que no le es posible conciliar su vida familiar con la laboral por culpa de que el niño, a sus siete años, requiere demasiadas atenciones: en esos casos, hay que poder liquidarlo, por el bien de la madre. O aquella otra madre que quiere salir un fin de semana a divertirse con las amigas y no puede porque tiene una hijita que cuidar: a esa niña también hay que poder despacharla, que una noche sin salir de juerga puede parecer poca cosa, pero de ahí vienen a veces ansiedades y depresiones, no sería la primera vez.
Es cierto que en este último caso, habría cabido la posibilidad de dejar a la niña sola en casa si tiene ya doce años, o incluso con una canguro, pero eso sería actuar como una mala madre que se desentiende de sus obligaciones, hoy en día está mucho mejor visto darle matarile a la hija y, encima, de esta manera, evitamos preocupaciones futuras.
Si se puede matar a un feto de 42 semanas, nada impide hacer igual con niños de diez años, que son lo mismo, solo que ya caminan y saben hablar (multiplicar, no, que estas cosas ahora no se aprenden hasta la universidad). Eso no basta para que constituyan excepción alguna a la revolucionaria y avanzada propuesta abortiva de la CUP. El único límite al aborto libre y gratuito debería ser la existencia de la madre, es decir, cualquier hijo ha de poder ser sacrificado si la madre así lo decide, tenga la edad que tenga, que para eso es una madre y sus derechos son inalienables.
Si, un suponer, una madre de 90 años decide que muera su hijo de 65 -por el motivo que sea, eso da igual, una madre es soberana- la administración debería satisfacer sus deseos ¿Qué más da una vida de 42 semanas que una de 42 años? Si la CUP no se plegara al machismo y al heteropatriarcado como parece que se está plegando -al final, todos los partidos políticos son iguales-, no se conformaría con abortos de 42 semanas y los prolongaría hasta el fallecimiento de la madre, que es quien decide sobre su cuerpo. “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, gritarían alegres octogenarias celebrando las posibilidades que se abren ante ellas.
Todo el mundo tendría que temer por su vida mientras tuviera madre, puesto que es ella, y solo ella, quien ha de decidir sobre la vida y la muerte de su feto, de su hijo o de lo que sea que haya parido. Sin corsés temporales de 12 o de 42 semanas como hasta ahora, que son cosa machista.
Además, con este nuevo sistema abortivo nos libraríamos de la mayor parte de políticos independentistas. Nada aterra más a una madre que ver a su hijo (o hija) haciendo el ridículo en público, antes prefieren darle muerte con sus propias manos. Con la Ley del Aborto de su parte, y con la de imbecilidades que suelen llevar a cabo sus hijos, en poco tiempo no iba a quedar ni uno.