Jaume Collboni anunció recientemente la creación de la figura de la alcaldía de noche en Barcelona. Una idea interesante, pero con ciertos peligros...

Hay más de 100 alcaldes de noche en todo mundo, desde Nueva Orleans a Londres, de Berlín a Nueva York, pasando por París, Orlando y Ámsterdam, que fue la pionera oficial (la no oficial fue Róterdam).

Barcelona puede ser sabia en copiar la idea, pero debería ser la más sabia de todas y no convertir la alcaldía de noche en mero ente mediador, lo que han hecho casi todas las urbes que han creado el cargo… Estamos ante una oportunidad, sin duda, pero debería ser una oportunidad hecha bajo la marca BCN. No una copia, sino una copia oportuna, una copia mediterránea desde la capital del Mediterráneo.

La alcaldía de noche no debería convertirse en mera mediadora entre los vecinos mayores de 30 años y el sector del ocio nocturno, debería ir más allá. Más allá significa no centrarla solamente en problemas de vecindad o seguridad. Abrirla, por ejemplo, al mal endémico del transporte nocturno (¿cuántos trabajadores tardan más de una hora en volver a su casa al salir del trabajo?), a las tareas de limpieza, a las agresiones de género o al colectivo LGTBIQ+, a la apertura de museos y espacios en horario de noche, y más allá… No debería centrarse en la seguridad, debería cambiar el marco mental asociado a la noche. No debería ser una alcaldía del ocio nocturno. Abrir el punto de vista no es tarea fácil.

El nombre no me gusta: alcaldesa o alcalde de noche. Parece un polo opositor al alcalde o alcaldesa de día, y no debería ser así. Me parece, eso sí, un cargo necesario, sea cual sea su nombre. Ya va siendo hora de que se acepte que cualquier urbe de un mínimo tamaño vive de día y de noche, pero las personas no trabajan 24 horas: los cargos públicos no son farmacias de guardia… Bienvenida sea, pues, la creación del cargo, pero que se le dé una utilidad auténtica. 

La persona que elijan para tal tarea debe ser conocedora de lo que ocurre en la ciudad durante la noche. Imparcial, independiente y un largo etcétera, pero no debería convertirse en un cargo simbólico, sino en alguien fundamental para construir puentes, derribar muros y dar relevancia a un espectro horario del que todos nos olvidamos al superar la soltería o cierta edad, pero que está allí y forma parte de la ciudad y su vida. Repito, no debería ser un opositor al alcalde, pero tampoco debería ser un decorado.

Dicho todo esto, mi deseo es que se trabaje realmente para ordenar algo que se ha tratado siempre desde un punto de vista centrado en la seguridad y no en su total amplitud. La noche implica movilidad, limpieza del espacio público, cultura, espectáculo, cenas de trabajo… Somos una ciudad de día y de noche, ha sido siempre así y siempre así será. Desde el respeto, la convivencia es posible. Que la noche no nos confunda, pero no olvidemos que la noche existe. No hay ciudad sin noche. Ya era hora de que alguien se diera cuenta...