En el tenis, todos los errores se clasifican como forzados o no forzados. El primero se comete porque el rival te presiona, por ejemplo, con un saque muy fuerte o un cambio de dirección disimulado, y te obliga a fallar. Es lo que buscan los buenos tenistas. En el segundo caso, el error se comete sin motivo aparente, por falta de destreza, preparación o sencillamente por cansancio, y porque si nunca nadie se equivocase los partidos serían eternos. En política se podría razonar de igual modo, solo que la mayoría de los errores son autogoles (aquí el símil sería más futbolístico), aunque a veces se pretenda disculparlos como errores forzados.

Es lo que ha sucedido el pasado fin de semana tras el off de record que mantuvo Alberto Núñez Feijóo con un numeroso grupo de periodistas a una semana del fin de la campaña gallega. El líder del PP habló más de la cuenta, sin calcular las repercusiones de sus palabras. En el encuentro con los medios, le preguntaron sobre la amnistía, los indultos y las relaciones pasadas, presentes y futuras de los populares con el partido de Carles Puigdemont.

Cuando un político se brinda a un encuentro confidencial es para desvelar alguna información, sin que los medios puedan –por ética profesional– revelar la fuente. En este caso, desconocemos cuál era el propósito para el PP, pero lo que es evidente es que a algunos periodistas les faltó tiempo para contar el contenido del encuentro impactando en el encendido debate sobre la amnistía. No me cabe ninguna duda de que Feijóo se sinceró y explicó lo que después los medios que estuvieron presentes en el encuentro han relatado, aunque los análisis y las interpretaciones de la información ya no sean tan coincidentes.

Que el PP exploró la abstención de Junts a la fallida investidura de Feijóo es una evidencia, pero el precio (la amnistía) era del todo inasumible e incompatible con el apoyo de Vox. No pasó de ser un tanteo, lo que no tiene nada de escandaloso. La novedad de todo lo que sabíamos o sospechábamos hasta ahora es que el líder del PP no sería contrario a un indulto a Puigdemont si este se entregase a la justicia española, fuera juzgado y renunciara a la vía unilateral. Un escenario igualmente improbable.

Entonces ¿cuál es el problema? Pues que Feijóo se mete tontamente en un jardín al especular sobre una hipótesis imposible, empezando porque no es presidente del Gobierno y no puede conceder ningún indulto. Pero, al contemplarlo como algo razonable, bajo determinadas condiciones, socava la oposición feroz que hizo su partido, entonces liderado por Pablo Casado, a la concesión de los indultos.

Poner ese escenario encima de la mesa, a pocos días de las gallegas, ha sido un error incomprensible. Y, por si faltara poco, parece que también hubo un reconocimiento de que la acusación de terrorismo contra el expresident difícilmente se sostendría judicialmente. Al Gobierno y al PSOE todo ello le ha venido la mar de bien para intentar dejar atrás la peor semana para la amnistía con el apoyo mayoritario de los fiscales a las tesis del juez García-Castellón contra Puigdemont y la petición del Parlamento de Europa de investigar las injerencias rusas en el procés. Feijóo ha demostrado tener muy poco sentido político y de cómo relacionarse con los medios. Y lo más ridículo al final es que el PP ha intentado maquillarlo hablando de error forzado.

Supuestamente, Junts tendría unas grabaciones de los encuentros con el PP, y Feijóo habría intentado, con sus confesiones a los periodistas, desactivar la repercusión de esas bombas informativas. Aunque eso podría explicar su actuación, dicha hipótesis aún sería más devastadora para el PP. Sinceramente, no es creíble. En la vida real y la política, las explicaciones suelen ser bastante más sencillas, lejos de tesis conspiranoicas. El problema de verdad para los populares es si este domingo pierden Galicia. Si ocurre, dentro y fuera de su partido, muchos señalarán a Feijóo como doblemente responsable. Por designar a un mal candidato para la Xunta, Alfonso Rueda, y meter la pata a una semana de las elecciones con un off de record sin ningún sentido.