Tiene el campo razones más que suficientes para estar cabreado y para expresar libremente su malestar. El campo, los agricultores tienen su modelo de crecimiento que a veces casa poco con el modelo que pretende sentar las bases de un nuevo planeta que impida un deterioro mayor con el cambio climático. Dos modelos y dos formas de ver el futuro que no siempre han dialogado lo suficiente para encontrar un camino común. Cierto que Europa debe hacer los deberes y ser tan escrupulosa con los productos importados para que cumplan lo mismo que los productos autóctonos. Cierto que el Gobierno y el Govern deben aplicarse en que se cumpla la ley de la cadena alimentaria, en reducir la burocracia y en fomentar ayudas a un sector que para colmo se ve afectado por la sequía.
Sin embargo, estas razones se vienen abajo cuando se respira un hedor muy determinado que crece alrededor del cabreo. Nos cuentan que las manifestaciones de estos días han sido un fenómeno espontáneo. Creer es de crédulos y yo me quedo con la tesis de Santo Tomás y su ver para creer. Y solo hay que escarbar un poco para ver.
La Plataforma 6-F ha nacido y su discurso se parece mucho al de la extrema derecha. Está claro que todos los manifestantes no son de extrema derecha, pero la extrema derecha está ahí sin esconderse demasiado con reclamaciones que poco o nada tienen que ver con el campo y tienen un parecido exorbitado con el programa de Vox.
Por ejemplo, la líder, aclamada por ciertos medios de comunicación si así se pueden definir, es franquista y antivacunas, además de homófoba. Lola Guzmán carga contra los partidos aunque ella pertenece a Vox. Su discurso negacionista va desde cargar contra "las malditas placas solares que nos van a freír" hasta su defensa acérrima de las nucleares o la denuncia --falsa-- de que se están derribando presas y embalses --bulo que Vox lleva meses propagando-- pasando por su gran acusación "aquí llueve cuando ellos quieren" --no define quiénes son ellos-- y la guinda del pastel "eso no son nubes es el veneno que han tirado por la noche", porque esos "ellos" nos quieren envenenar.
En las reivindicaciones de esta plataforma, hermanada con la de transportistas que están dirigidas por elementos que hacen el saludo nazi y ensalzan el régimen franquista y elogian al falangismo, se encuentra el cambio de la ley electoral o la derogación de la Agenda 2030 que impone Europa, por lo que también cargan contra la Unión Europea. Todos estos puntos están en el programa, otra vez aparece, de Vox. Solo un apunte de culturilla general para estos líderes de medio pelo y lenguaje garrulo: la Agenda 2030 fue aprobada por la ONU. Pequeño detalle.
El lenguaje hace el resto. Hablar de que la División Panzer entra en Barcelona por la Diagonal evoca épocas pretéritas de infausto recuerdo. Decir que la policía son secuaces a las órdenes de Marlaska a la que la líder Guzmán le recomienda que "se meta un cactus por el culo" es un remake de los gritos ultras ante la sede del PSOE en la calle Ferraz. Por cierto, otra casualidad: los líderes de este movimiento deben tener morriña de esos días y han convocado el sábado a los tractores ante la sede socialista.
Este movimiento que va de espontáneo pero no lo es tanto tiene otro objetivo. Aniquilar la representatividad de las organizaciones agrarias ASAJA, UPA y COAG. Son su enemigo a batir emulando aquello de "no nos representan" y las equiparán con vendidos y vividores que se han entregado al poder. Lo mismo que dijeron los transportistas, que por cierto perdieron de forma estrepitosa la huelga y la situación la recondujeron las también vejadas organizaciones representativas.
La protesta está ahí, con razones, pero la extrema derecha también. Los gobiernos deben afrontar la situación porque los inspiradores no pretenden salvar al campo, sino que pretenden desestabilizar al gobierno o gobiernos como prefieran. Estos que mueven los hilos deben bramar contra la amnistía y contra las movilizaciones del 2019, pero copian su modelo, por ejemplo, atacando infraestructuras básicas como puertos o centros de distribución o cortando las fronteras. Ojo que si García Castellón lo mira puede ver indicios de terrorismo, aunque seguro que el señor juez es comprensivo con las manifestaciones buenas y represivo con las malas.
Lo que está sucediendo en estos días es la precampaña de las europeas y la extrema derecha ha sabido encontrar la tecla del malestar desde Polonia hasta España. Es su primer acto electoral. De que le salga bien depende de Europa y de los Gobiernos para identificar la mano que mece la tractorada.