No he votado nunca al PP y probablemente no lo votaré nunca; digo probablemente porque solo el sectario excluye las probabilidades que ofrece o a que obliga la realidad de la política.

Creo que España necesita al PP, mejor dicho, necesita a un partido de derecha conservadora que represente las ideas, creencias, sensibilidades, concepciones sobre la organización de la sociedad de millones de españoles que no se identifican con las procedentes de la izquierda.

Concepciones que, por otra parte, transcienden la esfera de lo político y tienen su reflejo en la vida del individuo y en su relación con los demás, o, al revés, pasan a la política como trasunto de la vida privada.

En una sociedad abierta, democrática, constitucional, existen, grosso modo, dos concepciones sobre la organización social y el individuo: la derecha, que se identifica con la defensa del individuo, la primacía de la libertad individual y la competitividad en todos los dominios, y la izquierda, que se identifica con la defensa de lo colectivo, la primacía de lo social y la defensa de las libertades públicas per se y como garantía de la libertad individual.

Después están las variantes de las respectivas concepciones, que se gradúan por el centro: centroderecha y centroizquierda, y por los extremos: ultraderecha y ultraizquierda.

La dominación de una de las dos concepciones marginando a la otra da una sociedad roma con desaprovechamiento de los matices de la dialéctica derecha-izquierda. Con la dominación absoluta de una prohibiendo a la otra nos encontraríamos en la dictadura, sea de supuesta izquierda o de supuesta derecha, como las “Democracias Populares”, satélites de la URSS, en un caso, como la España de Franco, fósil de los fascismos derrotados, en el otro.  

El equilibrio es el arte de la buena política, la derecha o la izquierda que lo logre en sus propuestas será un partido más que de Estado de sociedad. Pero como la sociedad se mueve, evolucionando, el equilibrio tiene que adaptarse a ese movimiento, no lo consiguen siempre o por mucho tiempo ni la una ni la otra, de ahí la conveniencia de la alternancia para renovar la expectativa de un nuevo equilibrio.

El PP es el partido de la derecha para ofrecer ese equilibrio adaptable; que no lo haga no es solo su problema, también es un problema político de la democracia en España. El PP no hace de derecha conservadora, no interpreta lo que le corresponde ser, con lo que deja a millones de españoles desorientados, sin saber cuál es la oferta seria (no propagandística) de la derecha en materias tan sensibles como los derechos del trabajador, las pensiones, la libertad sexual, la igualdad social de hombre y mujer, la vivienda de alquiler, el cambio climático, etcétera.

Millones de españoles se encuentran políticamente huérfanos, no les gusta lo que propone la izquierda en el Gobierno, pero no oyen propuestas alternativas de la derecha, el PP no las formula, el trabajador que no se siente de izquierda no sabe qué haría el PP con el subsidio de paro, por ejemplo. Eso es grave, tanto porque crea un vacío ideológico como porque la izquierda no se halla confrontada a una oposición constructiva, no se siente estimulada a ser izquierda.

En la sociedad democrática, toda propuesta necesita una alternativa o una aceptación por consenso, si no hay ni lo uno ni lo otro la sociedad anda coja y, al contrario, las sociedades más dinámicas son las que tienen una dialéctica política derecha-izquierda que mejore las propuestas de un signo o del otro.

¿De qué hace pues el PP? De alternativa a Vox, una excrecencia de la propia derecha, y como este no hace propuestas, sino que su fuerte es el rechazo del presente, la vuelta a tiempos preconstitucionales, el PP se autoneutraliza, si bien, aunque con ciertas querencias y nostalgias del pasado, probablemente, por sí solo no volvería a esos tiempos. Pero ocupado en desbancar a Vox copiando su estridencia y su vaciedad incumple su función social: la de ser una alternativa a la izquierda.  

Por eso, el PP tiene que ser defendido de sus errores, estimulado a ser la derecha conservadora que no es. Esa abdicación es tan grave, deja un vacío tan grande, que también los que no votamos al PP hemos de echarle una mano con nuestra crítica constructiva para ver si se recupera y contamos con la sana dialéctica de una izquierda reformista y una derecha conservadora.