Vivimos un periodo de incertidumbre por el aumento de la tensión geopolítica, que condiciona las cadenas de aprovisionamiento y el aumento del coste de las materias primas. Ello comporta, a la vez, contención en las inversiones y amenazas sobre los puestos de trabajo.

Nos encontramos, pues, en un escenario en el que mantener la actividad y el empleo exige ser altamente competitivo; es decir, tener una alta productividad, ofrecer productos y servicios de valor y estar presente en los mercados con demanda potencial. Tres elementos que necesitan, por un lado, tecnología para ser productivo reduciendo los costes, optimizando procesos y mejorando la experiencia del cliente y, por el otro, capacidad de innovación e internacionalización para competir por valor, no sólo por precio, en los mercados globales. 

En cuanto a inversión en tecnología hay que recordar que, según el informe de Cotec La economía digital en España: avances y retos por regiones y sectores, la economía digital en España representó el 15% del PIB en 2021, un incremento significativo que se explica por el aumento de las inversiones en hardware, software y equipos de comunicaciones.

Sin duda, una buena digitalización impulsada por las Administraciones y una potente infraestructura de conectividad, pero, desafortunadamente, que va acompañada de un reducido peso del sector de las TIC en la economía, que aporta el 2,3% del empleo (en UE es el 2,8), de un bajo número de especialistas TIC, de un nivel medio de digitalización en la industria y baja penetración en las pymes.

Este no es un tema menor, atendiendo que en España hay sólo 5.516 grandes empresas, mientras que hay 2,9 millones de pymes, muchas de las cuales, según el BEI, no tienen previsto invertir en digitalización en los próximos tres años por falta de personal capacitado y los obstáculos que encuentran el 70% de ellas para acceder a la financiación (en la UE es el 55%).

La inversión en tecnología en España sigue teniendo un problema notorio. Es bien cierto que sigue incrementándose, como ya indicó el informe Worldwide ICT Spending Guide: Enterprise and SMB by Industry, superando los 60.000 millones en 2023, y con probabilidad seguirá haciéndolo de forma sostenida con una tasa del 4,7% en los próximos años, pero también es cierto que lo hace con menos intensidad que la media europea (5,4%).

Una menor inversión en tecnología comporta que la productividad del tejido productivo español no mejore. La OCDE explica que en el período 2018-2023 se ha reducido un 3,8% en España, mientras que en los países avanzados con los que competimos ha aumentado un 4,6%.

Un hecho preocupante, porque reduce la competitividad de la economía, lastra los salarios y dificulta la viabilidad de las empresas. En especial afecta a las pymes, casi siempre olvidadas, ya que no reciben ayudas significativas para avanzar en la digitalización, que aumenta la productividad, ni para incorporar el talento requerido para afrontar los desafíos y oportunidades asociados a la innovación de base tecnológica ya sea en producto o procesos.

La inversión menor en tecnología también va acompañada de un menor esfuerzo de las Administraciones en I+D. Como indica Eurostat, la inversión europea en investigación y a través de los presupuestos de los países supone que, de media, se inviertan 262,7 euros por habitante al año, mientras que en España la inversión por habitante es sólo de 167,7 euros, un 36% menos. Una cifra muy lejana a los 661,6 euros de Luxemburgo, a los 529,1 euros de Dinamarca y a los 517,6 euros de Alemania.

Visto de otra manera, si bien el I+D+i sigue aumentando llegando en España en 2022 al 1,44% respecto al PIB (0,03 puntos más que en 2021), seguimos estando lejos de los países avanzados, de la media de la UE (que es del 2,28%) y de los países de la OCDE (3,01%).

Una menor inversión entorpece la innovación y, por consiguiente, es un obstáculo para competir por valor, dificultando el crecimiento de las empresas y la creación de puestos de trabajo altamente cualificados, sin olvidar el riesgo de reducción de plantillas en situaciones de complejidad.

Aumentar la productividad y las inversiones en TIC es imprescindible. Por ello es preciso el diálogo entre todos los agentes, algo que olvidó el Gobierno a tenor de lo ocurrido la segunda semana de enero en referencia al SMI y la reforma de los subsidios por desempleo, poniendo sobre la mesa los problemas específicos de cada sector, definiendo e implementado políticas para hacer posible que el 75% de las empresas, en las que la presencia de las TIC es baja o muy baja, se incorporen al mundo digital, ya que estas aportan el 70% de la ocupación y el 61% del valor añadido y, a la vez, posibilitan el acceso a la financiación, incentivan la cooperación intersectorial y facilitan la incorporación de profesionales TIC para optimizar procesos, aumentar la productividad e innovar.