“Y en el reloj de antaño, como de año en año
Cinco minutos más para la cuenta atrás
Hacemos el balance de lo bueno y malo
Cinco minutos antes de la cuenta atrás…”
Escribo cuando a 2023 ya solo le quedan unas pocas horas de vida. Se va, se está yendo, se fue… ¡Pues bueno, pues adiós, que pase 2024 y que Dios nos coja confesados! Como cada año, en similar tesitura, nos invade –a unos más y a otros menos, claro– cierta sensación de vértigo interior y frío cósmico. Normal. Hemos rotado como pasajeros de la nave Tierra 365 veces sobre nuestro eje, cual peonza, a una velocidad de 1.000 kilómetros por hora, y hemos rodeado en impecable órbita elíptica el sol central, en un viaje de 940 millones de kilómetros recorridos a una velocidad media de 107.227 kilómetros por hora… ¿No está mal, verdad?
No obstante, ajenos por completo a cualquier metafísica que no sea la contemplación de nuestro ombligo, e inconscientes de nuestra ridícula magnitud cósmica, nos limitamos –entonemos un Miserere mei colectivo– a celebrar, al compás de las campanadas, los momentos felices vividos y a echar al saco del olvido todo lo indeseable del ciclo anterior. Y en ese sentido 2023 ha resultado ser un año de lo más nefasto. Aunque no para todos.
Gracias a la asombrosa amoralidad de Pedro Sánchez, los euskaldunes navarros han llegado bien borrachos y cocidos a las uvas de fin de año, porque llevan más de dos días celebrando el retorno de Joseba Asiron a la alcaldía de Pamplona. Se dice que han agotado las reservas de txakoli, y no es para menos. Han conseguido arrebatar el bastón de mando a Cristina Ibarrola (UPN), que en el futuro se dedicará a fregar escaleras. Es curioso comprobar con qué facilidad la zurdidad de este país le da la vuelta a cualquier comentario –me refiero a lo de fregar escaleras– tildándolo de clasista. En tromba han salido Yolanda Díaz, la rubia tonta del bote marxista, y diez mil más, ensalzando la dignidad del mocho. En el contraataque dialéctico se echó de menos, eso sí, el silencio de Ada Colau –ya saben: “¡Buahhh, yo también fregué muchas escaleras!”– porque a esas horas seguramente andaba la mujer de compras y no estaba para tuitear.
Así, pasito a pasito, Arnaldo Otegi y los levantapiedras de EH Bildu infectan Navarra en su obsesiva prosecución por materializar la Gran Euskal Herria, esa Arcadia feliz de Rh negativo superior. En marzo de 2023 ya lograron, en otro pago a su apoyo, que Fernando Grande-Marlaska retirara de Navarra a la Guardia Civil de Tráfico, y también a los especialistas de ese cuerpo –en rescate de montaña y desactivación de explosivos– de la Comunidad Foral, País Vasco y Cataluña.
A Aitor Esteban Bravo y a sus correligionarios del “Dios, patria y leyes viejas” del PNV se les habrá quedado el cuerpo de jota ante esa cesión, y también ante las palabras de Otegi asegurando, eufórico, que en las elecciones vascas Sánchez les servirá la lehendakaritza de Ajuria Enea en bandeja de plata. De poco sirve, según se rumorea en muchos medios, la tácita promesa de Sánchez de inclinar la balanza a favor del PNV en caso de darse una victoria, o un empate, de Bildu en los comicios… ¿Alguien se fía aún de lo que pueda prometer Antoñito Sánchez? El alien de la Moncloa, a estas alturas de infamia y mentiras, no dudaría en vender a precio de litografía todos los cuadros del Museo del Prado por un mes más en el poder, porque ya no tiene futuro ni puerta giratoria alguna en Europa, tras su vergonzosa comparecencia en la Eurocámara.
Y mientras tanto, entre copazo y copazo de cava “bruto natural” de los viñedos de la República catalana, y mejillones y patatas fritas por un tubo, el botarate supremo del nacionalismo catalán desgasta en sus idas y venidas las losas del pasillo de su mansión de Waterloo. Carles Puigdemont es un zoquete, sí, pero no tan sumamente estúpido como para no recelar de Sánchez y sus promesas. Lo dejó claro cuando afirmó que a él no le compraría ni borracho un coche de segunda mano, pero lo cierto es que sabe a ciencia cierta que con Sánchez no se puede ir ni al notario a heredar.
Entre felones, tahúres y trileros anda el juego. Y tanto él como el resto de Junts, con la relinchante Míriam Nogueras al frente, se huelen una encerrona histórica por parte de Sánchez en aquello que más les interesa: la amnistía.
Como sabrán, el Gobierno aprobó el pasado 19 de diciembre un real decreto-ley referido a la reforma procesal ómnibus –exigida por la Justicia de la Unión Europea; de su aprobación depende la liberación de un nuevo tramo de ayuda millonaria a España–, que en su artículo 43 bis posibilita que un juez o un tribunal español pueda cursar solicitud de consejo al TJUE en caso de duda sobre cómo aplicar el derecho comunitario. Esa ley, que Junts quiere bloquear a toda costa, podría llegar a retrasar, hasta dos años, o incluso más, la concesión de la anhelada amnistía, que quedaría suspendida de forma cautelar. Recordemos, además, que Manuel García Castellón, juez de la Audiencia Nacional, elevó exposición razonada al Tribunal Supremo sobre Carles Puigdemont, Marta Rovira y otras 10 personas, ante los numerosos indicios que les vinculan con la actividad terrorista del movimiento Tsunami Democràtic. De probarse esa vinculación no habrá amnistía que valga.
De ahí que Míriam Nogueras arremeta a todas horas, con bilis renovada, amenazando a jueces y tribunales, y que Puigdemont le dé el ultimátum a Sánchez. Si en el plazo del año que ahora comienza no se ha ido de rositas apoyará una moción de censura que le derroque y le mande a la papelera de la historia, bien sea pactando con el PP, con Vox, o con el diablo de ser preciso.
Sí, 2023 ha sido un año para echar al olvido, pero toquen madera, amigos, porque 2024 nos puede helar la sangre a todos. En manos de esta horda de cafres estamos y así nos luce el pelo. Pedro Sánchez va a encontrarse con infinidad de obstáculos en su loco afán de poder. No olviden, además, la guerra abierta, en absoluto soterrada, entre Sumar y Podemos. Los morados han anunciado que concurrirán en listas separadas a las elecciones europeas –¡por fin podremos perder de vista a la histérica de Irene Montero!– y que no se presentarán bajo el paraguas de Sumar a las elecciones gallegas. Así lo ha decidido, instada por Pablo Iglesias, el 62,36% de su militancia.
Al margen de lo que el destino nos depare (cuando nos alcance), sean felices. Les deseo un estupendo año, salpicado de momentos agradables. Y no se priven –¡hips!–de trasegar un buen vino, o lo que se tercie, porque de algo hay que morir, y who wants to live forever y todo eso…